Aaron
Copland, nacido en Brooklyn en 1900 fue un músico norteamericano que, en 1942 compuso una fanfarria dedicada a los
soldados que combatieron en la segunda guerra mundial y que barrieron del mapa a esa pandilla de psicópatas que
estaban devorando Europa y parte de África.
Copland
decidió titular a su composición con el simbólico nombre de
"Fanfare for the Common Man", quizá con la tácita
idea de incluir, no solo a los que lucharon -muchos de ellos
murieron- en el lejano continente para liberar a los europeos del
yugo del nacionalsocialismo, sino también a los hombres y mujeres
que con su trabajo incansable y silencioso, habían hecho alzarse a
todo un país.
Soy
plenamente consciente de que los Estados Unidos de América tienen
todos los defectos de un imperio económico. Son el origen del
capitalismo más despiadado, de las crisis económicas que todos
hemos pagado, de las satrapías del cono sur y oriente medio, son los
exportadores de la banalidad y el patriotismo más ridículo. Pero,
con todos esos pecados, también parieron espíritus libertarios como
el de Henry David Thoreau y su "Desobediencia
Civil", o esa mosca cojonera que es Don DeLillo,
autor de "Cosmópolis", o Gertrud
Stein que llevó el lenguaje poético hasta cotas
insospechadas, o Martin Luther King cuyo sueño va
haciéndose realidad, o el genio de entre los genios Orson
Welles, quien a los 26 años puso en jaque al magnate Randolf
Hearst, dueño de absolutamente todo. Y le bastó con una sola
película, quizá la mejor de todos los tiempos, para apartarle de
sus aspiraciones políticas. ¡Ah, cómo se echa de menos otro
Welles en estos aciagos días!
Pues
sí, no fueron los grandes estrategas los que derrotaron a los nazis,
sino todos aquellos seres humanos
del montón, los que, entregando sus
vidas, agotaron la munición de la Wehrmacht y las S.S. en las playas
de Normandía. Fueron los hombres y mujeres de la
resistencia francesa los que no
dieron tregua al omnipotente ejército alemán pagando eso sí, un
duro precio en su lucha por la liberación. Fueron los dos mil
soldados republicanos españoles
quienes, a pesar del desprecio de la república francesa por la causa
de la república española, lucharon por Francia en la Novena
División de Leclerc, expulsaron a
los fascistas italianos de Libia. Ellos, nuestros soldados en el
exilio, fueron los primeros en entrar y liberar París, el 22 de
agosto de 1944. El blindado "Guadalajara",
compuesto por soldados extremeños, se plantó él solito delante
del Hôtel de Ville (Ayuntamiento de
la capital). Los soldados españoles tomaron al asalto el Parlamento e
hicieron prisionero al comandante general del ejército alemán.
París, por si alguien lo duda, fue liberado por soldados españoles.
Unos
hombres corrientes que liberaron París.
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No eran generales ni estadistas los que liberaron París. Eran solo personas comunes. No fueron los obispos los que levantaron las catedrales sino los obreros, los canteros, los artesanos y los fieles que pagaron sus diezmos.
Al igual que no son nuestros políticos los que han construido esta Europa
que renace de sus cenizas, ni mucho menos: somos nosotros, la gente
corriente que madruga cada día,
que trabaja sin descanso, que educa a sus hijos, que paga sus
impuestos y cumple con sus compromisos de ciudadano. Es el ser humano
sin corona, sin escaño y sin investiduras el que ha hecho posible
que las cosas mejoren, que tengamos algunas libertades, algunos
derechos, alguna justicia, y un poco más de felicidad cada día. No
es mucho a cambio de tanto, pero al menos es más de lo que nos
quieren vender desde arriba.
Para
todos ellos, los que cada día libran la batalla de sus valiosísimas
vidas, para los que son derrotados y se levantan de nuevo para seguir
peleando, fue creada esta música.
PD. Si esto no te hace sentir especial, es que no sientes el orgullo de ser una persona corriente.
Completamente de acuerdo, pero no en todo.
ResponderEliminarEso es patafísicamente indiscutible y, obviamente, lo suscribo con todas las consecuencias, excepciones aparte, por supuesto.
ResponderEliminarHas metido los dedos entre las hojas de hierba de Walt Whitman, yanqui universal, quien me dice que te diga:
ResponderEliminarVengo con música enérgica, con cornetas y tambores,
no sólo ejecuto marchas en honor de los vencedores,
los ejecuto también en honor de los vencidos y de
los muertos.
¿Sabías que es bueno ganar la jornada?
Yo digo que es bueno perderla, las batallas se
pierden con el mismo ánimo con que se ganan.
Bato palmas y aplaudo a los muertos,
Soplo en mis clarines con el más grande vigor y
alegría de que soy capaz, en su honor.
¡Vivas a los vencidos,
Y a aquellos cuyos buques de guerra se hundieron en
El mar,
Y a quienes con ellos se hundieron,
Y a todos los generales que perdieron batallas, y a
Todos los héroes vencidos,
Y a los innumerables héroes desconocidos, iguales a
Los más grandes héroes conocidos!
(Walt Whitman, “Canto de mí mismo”)
A ellos y por ellos se cuenta la HISTORIA: "LOS INNUMERABLES HÉROES DESCONOCIDOS"
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