jueves, 23 de agosto de 2012

EL MAYOR ESPECTÁCULO DEL MUNDO


Nada como el circo para entretener a la plebe. Así pensaban los emperadores romanos, que elevaron el lema pan y circo a los altares de la estrategia política. Algunos filósofos griegos ya se quejaban del excesivo papel de los atletas en la vida cultural de la polis. Jenófanes de Colofón (540 a.C) fundador de la escuela de Elea –donde más tarde aparecerían filósofos como Parménides o Porrón- afirmaba algo así como que  no depende el porvenir de las polis de las piernas de los atletas, sino del buen criterio de los hombres sabios que habrán de regir su destino. Tal y como andan las cosas, parece que estamos en manos de los primeros, ya que no hay el menor rastro de los segundos. Los hombres sabios han de emigrar a otros países para desarrollar su trabajo, mientras aquí en las Batuecas, nos dejamos regir por una larga saga de ineptos, eso sí, muy bien remunerados.
Pero no pasa nada, el pueblo ha vibrado con los triunfos futbolísticos, las medallas olímpicas y el eterno sueño de dilapidar lo que no tenemos en presentar de nuevo la candidatura de Madrid para los unos Juegos Olímpicos. Endeudados como estamos, nuestros periodistas no muestran rubor al afirmar que después de Rio de Janeiro, los fastos deportivos habrán de venirse a España. En esos momentos de inspiración patriótica, nuestros modernos rapsodas miran para otro lado y no ven que nos han recortado derechos consagrados para poder pagar la enorme deuda que tiene un estado que dilapida lo que no tiene, que abre aeropuertos sin vuelos, que mantiene más de cien embajadas autonómicas en el extranjero, que toma el dinero del contribuyente y lo mete en la cartera del banquero y, en fin, que ha sumido a sus clases modestas en el miedo y la desesperación.
Que el deporte es cultura, nadie lo niega. Confesaré por si acaso que me encanta practicar deporte y lo hago por puro placer. Habría que matizar que la cultura no es sólo deporte sino también una formación integral del individuo por medio del conocimiento, el criterio y el derecho a tener un espíritu capaz de gozar con el arte, la música y la literatura. Si así fuera, no tendríamos los niveles de lectura más bajos de Europa. Nuestra educación es deficiente en todo menos en deporte. Es deficiente hasta a la hora de decir buenos días, por favor y gracias. Total, como decía cierta parroquiana, ¿para qué voy a darle las gracias al panadero si ya le he pagado?
Ya no es sólo cuestión de quejarnos de nuestra clase política, de nuestra partidocracia en ciernes. Más bien deberíamos mirarnos al ombligo y reconocer que todo esto es un problema estructural donde la sociedad en su conjunto no está dando la talla. Pocos en este país cumplen con su deber como contribuyente sin haber sucumbido nunca a la tentación de escatimarle unos euros al fisco. Con el dinero de la economía sumergida se podría paliar buena parte de esta crisis. Con una sociedad mucho más ética, más solidaria y más responsable, tendríamos probablemente otra clase política que fuera fiel reflejo del pueblo, y una educación de la que sentirnos orgullosos. En esa sociedad utópica nadie se alegraría de que le recortaran el sueldo al de al lado, todos tendríamos el derecho y el deber moral de exigir cuentas a los que nos gobiernan, todos mereceríamos ser ciudadanos en lugar de súbditos.
Por lo pronto esto es lo que tenemos. Mientras tanto, nadie palidece cuando un reputado deportista abre la boca en una rueda de prensa y da una muestra de una capacidad intelectual encomiable. Nadie palidece al saber que más de una de esas criaturas termina su carrera ocupando un escaño o un cargo de vete a saber qué.