miércoles, 24 de octubre de 2018

UN HOMBRE BUENO HA MUERTO



Un buen hombre ha muerto. No fue el único que perdió la vida en aquel campo de exterminio donde cayeron otras seis mil almas, hombres y mujeres.
Ninguna de aquellas personas tenía por qué haber contribuido a escribir la infamia de los vencedores, ninguno de los muertos de ambas retaguardias debería haber servido de relleno a las fosas comunes, nadie debió quedar diluido en el tiempo y el olvido.
Pero sucedió, para desesperación de aquellos que les amaron y para oprobio de un pueblo entero, que se sumió en el más vergonzante de los silencios, alentado por la callada del resto del mundo que, en un alarde de indecencia, abrió los brazos al vencedor y –como viene siendo acostumbrado- puso énfasis en los negocios que se vislumbraban en el horizonte.
Un hombre bueno, joven, culto e inocente de cualquier cargo, excepto el de pensar libremente, fue asesinado junto a otros muchos, en un lugar tristemente célebre, donde se truncaron las esperanzas de una vida mejor para la mayoría.
Salvador Vila Hernández fue ejecutado hace 83 años sin juicio previo por el delito de ser Rector de la Universidad de Granada. Después, vino el largo silencio, el miedo a la memoria, la mentira elevada a Historia, el regreso al patriarcado, el imperio de la arrogancia, el hábito de la hipocresía. Había que frenar el pugnante ascenso de la inteligencia, y así se hizo.
Ahora nos faltan corazones como el de Salvador Vila y otros miles de profesores que estaban sacando a un país de la ignorancia y colocándolo donde debería haber estado desde siempre.