Reproduzco literalmente un fragmento de Tomás Moro, escrito hace 494 años:
"Así, cuando miro
esas repúblicas que hoy día florecen por todas partes, no veo en ellas -¡Dios
me perdone!- sino la conjura de los ricos para procurarse sus propias
comodidades en nombre de la república. Imaginan e inventan toda suerte de
artificios para conservar, sin miedo a perderlas, todas las cosas de que se han
apropiado con malas artes, y también para abusar de los pobres pagándoles por
su trabajo tan poco dinero como pueden. Y cuando los ricos han decretado que
tales invenciones se lleven a efecto en beneficio de la comunidad, es decir,
también de los pobres, enseguida se convierten en leyes."
Si llevamos tantos años con la misma historia, ¿qué nos lleva a pensar que podremos cambiarla radicalmente? Lo que no quiere decir que no luchemos por mejorarla, pero siempre sabiendo que no veremos nosotros los resultados de esa mejora, sino nuestros tataranietos. Lo malo de creerse que podemos conseguir cambiarlo ya, ahora, es que al no conseguirlo nos buscamos causantes de ese fracaso, culpables, y arremetemos, con lo que al arremeter estamos cayendo en aquello que criticamos, estamos reproduciendo sus propios esquemas. Es como el león vegetariano que se enfadaba porque sus colegas seguían devorando antílopes, y echaba la culpa a los leones de melena negra (que suelen ser los que más comen y los que menos cazan). Ya lo dijo Carl Schmitt, el gran jurista nazi: un Estado necesita un enemigo, y si no lo tiene, hay que inventárselo, pero ¡puñeta, eso eran los nazis, si nosotros hacemos lo mismo, buscando como sea culpables, será que nos parecemos a ellos!
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