domingo, 21 de enero de 2018

DEUDA PENDIENTE

La eterna Medea encarnada por Kate Winslet
A estas alturas uno ya no se sorprende de las reacciones de la crítica cinematográfica cuando un director como Woody Allen se toma la libertad de bucear en el lenguaje dramático. Que la gran mayoría de los críticos de cine no van al teatro es ya una constante. Se diría incluso que algunos directores de teatro montan sus espectáculos con la aspiración de llegar a ser directores de cine.
Por eso, cuando leo las reseñas que han caído sobre la última producción de Whoody Allen no puedo evitar que se me escape una escueta carcajada de soslayo ante la falta de profundidad de nuestros temidos críticos de cine. Nada saben del teatro filmado -los hay que presumen de ello- y mucho menos del drama en sí. ¿Quien podría reprochárselo?
Ninguna crítica de las que he podido leer ha tenido la ocurrencia de relacionar el filme Wonder Wheel con el eterno personaje de Medea. Porque lo que encarna Kate Winslet -yo diría que de manera magistral- es, ni más ni menos, que la inmortal tragedia de la mujer madura que ve cómo el hombre al que ama se decanta por otras mujeres más jóvenes. Las consecuencias en todas las Medeas del teatro clásico han de ser moralmente devastadoras y Allen no elude el compromiso ético que adquiere con su personaje protagonista.
La gran culpa de Allen, a juicio de las voces críticas, es abandonar su línea cómica -como ya hizo en Match Point- y arriesgarse con una tragedia de reminiscencias clásicas. Reminiscencias que los especialistas en lenguaje cinematográfico no han sabido ver. Y sin embargo, la presencia del drama en el cine es tan antigua como el llamado séptimo arte. ¿Se pueden acaso menospreciar obras como "Un tranvía llamado deseo", o todo el trabajo Shakespeariano del gran Lawrence Olivier? Por preguntar, me pregunto si acaso no hay nada de teatro en toda la obra de Willy Wilder.
Tal vez el problema radica en que nuestra moderna sociedad ha sido devotamente instruida en unos valores donde el teatro y todas sus ramas son vetustas comeduras de coco que pasaron de moda. 
De esa manera es bastante complicado que un diletante profesional pueda entender un arte donde caben todas nuestras esencias, si nunca tuvo el menor interés en preguntarse de donde proviene algo tan insignificante como la condición humana.
La deuda que el cine tiene con el teatro es tan alta que -al menos eso espero- nunca llegará a ser saldada.

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