lunes, 21 de noviembre de 2016

EL OTRO


Jose Luis Gärt
Uno nunca se llama por su propio nombre, y si lo hace acaba por comprender que es imposible reconocerse en una o dos palabras. Y es que a fuerza de mirar desde dentro, apenas sabemos nada del intruso que se asoma al espejo.

De ahí que me viera obligado a sumergirme al otro lado de la luna de cristal con la legítima intención de perseguir al simétrico individuo que curiosea mi cara cuando enciendo la luz del cuarto de baño. Y en esas estaba, cuando lo vi lanzarse hacia mí con una decisión inquebrantable, hasta el punto en que nos dimos de bruces el uno contra el otro. Ahora, rizando el rizo del patetismo, nos hemos roto las narices en el mismo punto. Seguimos, eso sí, sin saber nada el uno del otro.

viernes, 11 de noviembre de 2016

QUÉ MÁS DA

Da la sensación de que la creciente escalada del populismo en las modernas democracias está sumiendo al mundo en un estado de creciente incertidumbre. Hay un temor entre los últimos lúcidos de que la historia vuelva a repetirse con la misma dinámica que llevó a la humanidad a su mayor desastre bélico. Una dinámica que podría formularse así: crisis = populismo = guerra mundial. 
Sobre la relación del ser humano con los gobiernos dijo Leonard Cohen:
 “Con el poder mantenemos una relación ambigua: sabemos que si no existiera autoridad nos comeríamos unos a otros, pero nos gusta pensar que, si no existieran los gobiernos, los hombres se abrazarían"
Qué más da que los mediocres sigan gobernando nuestros destinos, si hace tan solo unas horas el genio de Cohen dejó para siempre de escribir poemas.
Puede que Leonard Cohen no signifique nada para muchos. Yo, en cambio, quiero recordar que este grandísimo poeta, empezó a escribir a raíz de la poderosa fascinación que ejercieron los versos de Federico García Lorca sobre su espíritu. 
De hecho, la difusión en el idioma inglés que ha tenido el "Poeta en Nueva York" no tendría las dimensiones que ha tenido si no fuera por las canciones que Cohen dedicó a su poeta más preciado.

Qué más da que el mundo se tambalee cuando ya nadie nos susurrará al oído algo como esto:

Mi esposa y yo hicimos el amor esta tarde.
Nos escondimos juntos de la luz de nuestro deseo, frente a frente.
Más tarde me preguntó: ¿Te he sabido dulce? Querida compañera así fue.
Esta noche me quedé mirando con placer cómo se desnudaba y se ponía su pijama de franela. La estreché con fuerza hasta que se quedó dormida.
Después apagué la luz y abandoné la habitación cuidadosamente y bajé aquí contigo.
 

martes, 1 de noviembre de 2016

HOJAS DE OTOÑO


Sobre el rojizo despertar de cada otoño, gravita una amenaza evanescente que transforma mis pasos en un sordo crujido de hojas secas. Es la misma mano que despoja las ramas del abedul y reviste de sentido al terco calendario. El dilema sobrevuela este irreversible camino cuando tratamos de entender por qué la vida se renueva en primavera, mientras nos afanamos en reconocer nuestra imagen en el espejo.

miércoles, 19 de octubre de 2016

EL GRAN PAYASO



A pesar de la enorme admiración que siento por la obra y la personalidad de Francisco Ayala, tengo que reconocer que albergo mis matices con algunos aspectos de su (siempre lúcida) forma de pensar. 
No puedo dejar pasar aquel día en que un periodista preguntó al maestro su opinión sobre la concesión a Darío Fo de ese premio por el que tantos sabios venderían el alma al diablo. Ayala vino a decir que le parecía una frivolidad conceder el "gran" galardón a un payaso.
Hace unos días dejó de respirar el gran payaso de las letras; dejó por tanto de incordiar la mosca cojonera que a todos los poderosos incomodó con su vitriólico sentido del humor. Este ácrata irreverente que nunca se casó con nadie (excepto con Franca Rame) y que -predecesor del juez Garzón- se granjeó enemistades a diestra y siniestra, este modelo de bufón que se mofa del César en la mismísima cara del César (llámese Berlusconi, llámese Cosa Nostra, o llámese núcleo duro del Vaticano) y se queda tan pancho, este ateo practicante por la gracia de Dios, este Pepito Grillo que hostiga ferozmente la ausencia de ética estructural de la sociedad en su conjunto, este irreverente que reverenció a Francesco d’Assisi como nunca nadie lo había dignificado, era dueño de una escritura teatral cómica de ascendentes culteranos, deudora de un clasicismo que nace en Aristófanes, se orquesta en la Commedia dell'arte, se nutre en Moliere, bebe de Shakespeare y se escancia en Goldoni. Uf, que frasecita más larga. Tomen aire... y prosigan... si les interesa.
Dario Fo era, por supuesto, un payaso. Era un conferenciante con el que ningún espectador albergaba la menor esperanza de dar una cabezadita. Y así, mientras tantos escribidores recitan sus creaciones con la recalcitrante monotonía de un reloj de péndulo, Darío Fo era capaz de comunicar los complejísimos principios de la comedia haciendo que el tiempo dedicado a la carcajada ocupara más que el de sus propias palabras. 
Mientras sigan existiendo los abusones que se ríen en la cara del contribuyente, nos quedará el ingenio satírico del gran payaso para reírnos en la cara de los abusones. Eso, o esperar a que vuelva Robespierre, con todo lo que eso supondría. Ustedes eligen. 

lunes, 26 de septiembre de 2016

DRÁCENA

Dracaena marginata



En un rincón del saloncito de mi casa tengo una hermosa drácena con dos troncos y un sin fin de hojas alargadas como cintas. Durante de los últimos años he ido comprobando que esta planta tiene una curiosa relación con la música. El caso es que suelo escuchar algunas piezas en mi viejo gramófono, cuyos altavoces no están muy alejados de la drácena y he podido constatar que mi exuberante compañera cambia de morfología. Pero lo más curioso es que no reacciona igual con todas las músicas que le invito a gozar. Si le pongo alguna obra de Händel, ella no tarda en presentar un aspecto grandilocuente, e incluso algo engreído. Por contra, con los nocturnos de Chopin se me torna algo mustia, como si hubiera perdido la alegría. Con Johann Sebastian no tarda en mostrarse trascendental elevando sus hojas hacia el infinito, mientras que al escuchar a Mozart, da la sensación de estar envuelta en el puro entusiasmo.
Pero he aquí que, si me siento al piano y acaricio con la debida delicadeza un arabesco de Debussy, toda ella se recubre en radiantes florecillas como explosiones de aromas inéditos y sonrosados colores.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

MANIFIESTO POR LA PROHIBICIÓN DE LA LITERATURA


Dado que -a decir de los agoreros- esa cosa tan extravagante que es leer Literatura tiene los días contados, los abajo firmantes elevamos nuestra voz en favor de la prohibición de la Literatura. Quede claro y patente que no nos referimos a los libros en general. Descartamos por tanto las novelas puramente argumentales, los llamados best sellers al peso y los libros de autoayuda, cocina, viajes, deportes y otras vicisitudes.

Entendemos que la Literatura no es un mero entretenimiento, ni un subterfugio a medio camino entre el terreno trillado y el lenguaje cinematográfico. El lenguaje literario, al igual que las fórmulas matemáticas de Ramanujan, es una búsqueda legítima del ser humano hacia la más singular de las bellezas. Una belleza destinada a la emoción intelectual de aquellos que se quieran tomar la molestia de buscar más allá del paisaje evidente.

Es un hecho contrastado que la Literatura existe para incomodar al pensamiento y alterar las fronteras imaginativas. Es, por tanto, un elemento subversivo y desequilibrador del orden establecido.

La Literatura incordia, crea inconformismo, suscita visiones subjetivas de la realidad y aparta a las ovejas del redil. Y además es fuente de estímulos y placeres altamente perniciosos para las almas cándidas.

Y es por eso que, como toda forma de transgresión, debe ser prohibida por las autoridades competentes o incompetentes, hasta el punto de que, toda edición, publicación o venta del producto literario, será inevitablemente marginada de las prácticas mercantiles regladas.

Sabemos que todo aquello que es prohibido, proscrito o ilegalizado, alcanza un morboso atractivo que nubla el sentido común e invita a delinquir. Pasó con el fruto prohibido, sucedió con los placeres carnales, está sucediendo con el tabaco y el cánabis, y no dejará de pasar con el botellón. Pasó, incluso, con Lolita de Nabokov, que a fuerza de prohibirse, fue leída hasta en el Vaticano. Cuanto más se prohíba una práctica, más se generaliza. El ser humano no está hecho para acatar restricciones.

Contamos con la posibilidad de que el mercado negro de grandes obras literarias se generalice. Un ejemplar clandestino de bolsillo de los sonetos de Shakespeare, alcanzaría un precio desorbitante en las reventas. Las novelas de Perec, Celine, Cortazar o Mann, correrían -bajo cuerda, eso sí- como la pólvora. Los cuentos de Poe, Ayala, Borges o Mrocek, pasarían a formar parte de la memoria colectiva de las generaciones venideras.

De todas maneras, abogamos por la prohibición de la Literatura, sabiendo que tal medida no tendrá consecuencias apocalípticas. El mercado de pirotecnia escrita seguirá produciendo grandes cifras y los de siempre seguirán haciendo lo que siempre han hecho: darle más vueltas a la nada.

Prohíban la Literatura, y de paso la filosofía. Tengo unos volúmenes de Shopenhauer que harían las delicias de los futuros adictos.





Fdo:



Miguel Arnas
Ludovico Clemenza

Ángel Olgoso
Paolo Remorini
Ignatius J. Reilly

Miguel Mochón de la Torre
Lola Cobaleda

Elisa Serna
Marina Tapia
T.H. Agapito
Sextercio Pírrico
Isidoro Capdepón
Porrón de Elea
Carmen García Tortosa
Cósimo Piovasco di Rondò

Jose Luis Gärtner

 "Porque la vida no basta". Álvaro Cunqueiro


miércoles, 14 de septiembre de 2016

LA MEMORIA AFECTIVA



Reinaldo Jiménez entre la tierra y el mar
Hay recuerdos insignificantes que permanecen de manera indeleble en algún rincón de la memoria, como la luz que se enciende en el frigorífico al abrir la puerta y nos urge a elegir entre la escasez y la necesidad. De vez en cuando nos asalta la sensación de estar viviendo un déjà vu cuando un gesto o una palabra precisa suena como una música soñada. Pero también tenemos la capacidad de olvidar aquellos afectos que, en realidad, no lo fueron tanto, o que pasaron por nuestra percepción como estrellas fugaces.

Luego están esos recuerdos que, por su impronta emocional, forman parte de la persona hasta que deja de ser persona o se sume en la borrosa noche de las amnesias. Uno no debería olvidar a aquellos seres que una vez compartieron un espacio reservado a la sinceridad.

Sucedió ayer que, después de veinticinco años, tuve uno de esos reencuentros que hacen brotar cascadas infinitas de recuerdos y evocaciones. Hace ya veinticinco (fugaces) años que compartía mis primeros pasos en el complejo universo de la palabra escrita con mi amigo y compañero de universidad Reinaldo Jiménez. Éramos -y supongo que seguiremos siendo- dos buscadores de tesoros inmateriales que compartieron sueños comunes en unos años, los ochenta, de incertidumbres y desafíos. Nos unía, eso sí, una energía creativa a prueba de fracasos e infortunios.
La poesía de Reinaldo apuntaba entonces hacia una dimensión íntima que, por suerte para los que le admiramos, se ha ido perfilando a fuerza de empeño y grandes dosis de sensibilidad. 
Reinaldo Jiménez, viejo amigo recuperado -aunque no tan viejo como el que escribe- ha construido jardines en esas cosas terrenales que suelen pasar inadvertidas a otros tantos poetas y escritores. Diría incluso, que su vida y su poesía son y serán la misma cosa: una delicada huella entre la tierra y el mar que exhala amor por lo que a otros nos pudiera parecer  sencillo.

sábado, 16 de julio de 2016

LA MARSELLESA

No estoy muy seguro de que la mayoría de nosotros, una joven democracia que todavía renquea, tengamos claro lo que significa esa canción. Me refiero, claro está, a ese himno de los que más de un patriotero denomina con desprecio "gabachos"
La marsellesa, lejos de ser una marcha militar al uso -¿a qué me suena eso?- es una cancioncilla cuya letra fue entonada por unos voluntarios que lucharon contra las tropas del emperador de Austria en 1792 y -oh sorpresa- las derrotaron. Al regresar a París, los marselleses entraron en las calles de la capital cantando el himno y aquello debió gustar de tal manera que, en pocos años, todo el pueblo francés lo relacionó con su revolución. 
La cancioncilla ha sido prohibida tantas veces y en tantos lugares que hubo momentos en que alcanzó el grado de transgresora. De hecho, el gran Robert Shumann la introducía en sus composiciones cuando pretendía quemar la sangre a los censores del antiguo régimen.
Puede que no nos haya quedado mucho de los ideales revolucionarios, aquellos sobre los que se sustentan las escasas libertades que hoy disfrutamos en los estados de derecho, pero, eso sí, al escuchar como nuestros vecinos cantan un himno del pueblo que habla de la lucha contra la tiranía, deberíamos, cuando menos, reconocer que, en esto de la libertad, ellos van un pasito por delante del resto. 
Supongo que, dado que nuestra escasa cultura nos lo impide, será por ese motivo por el que el pasado 15 de julio de 2016, después de otro nuevo ataque de la tiranía contra la libertad, no salimos todos a las calles de la decadente Europa a cantar la Marsellesa.  
Todos los que todavía soñamos con un mundo más justo, hemos perdido mucho con lo sucedido el 14 de julio de 2016. 
¿Qué pretende esa horda de esclavos,
de traidores, de reyes conjurados?
¿Para quién esas viles cadenas,
esos grilletes de hace tiempo preparados? (bis)

Para nosotros, franceses, ¡ah, qué ultraje!
¡Qué emociones debe suscitar!
¡A nosotros osan intentar
reducirnos a la antigua servidumbre!

viernes, 24 de junio de 2016

INMIXTURE



La desmesurada programación de los Festivales de Música y Danza de Granada ha llegado a adquirir tales dimensiones para una ciudad tan modesta en su tamaño, que la prensa local -o más bien lo que queda de ella- se ha visto desbordada a la hora de cubrir los espectáculos que pueden desarrollarse simultáneamente.
Una de las paradojas que ha originado esta curiosa circunstancia es la total ausencia de reseñas críticas en los periódicos locales en torno al espectáculo programado en el FEX el pasado 22 de junio de 2016.
Me refiero a la intervención abierta en la Plaza de las Pasiegas del Sungsoo Ahn Pick up Group. La compañía coreana que interpreta las creaciones de Sungsoo Ahn, insertas en el espectáculo Inmixture.
Dado que me reconozco absolutamente lego en materia de coreografía, solo puedo decir que, más de una vez, completamente embriagado por las evoluciones de unas bailarinas que parecían haber superado la fuerza de la gravedad, tuve conciencia de haber dejado de respirar.
La experiencia de la danza, a medio camino entre el arte tradicional coreano y la libre creatividad de la danza contemporánea, adquiere en este caso toda la emoción del fenómeno poético. La controversia entre el magnetismo de la danza y la extenuación del baile anárquico, consiguen ese instante de pura enajenación hipnótica tantas veces añorada por el ávido espectador.
Sucede aquí como en nuestra desgraciada industria editorial donde la literatura queda olvidada de la mano del mercado pirotécnico mientras los artificiosos relatos góticos adquieren dimensión de producto de primera necesidad para el consumidor de entretenimiento. El instante de Arte, con toda su capacidad emocional, volvió a pasar de puntillas para los decadentes medios. 
 

viernes, 3 de junio de 2016

VELOCIPEDIA APLICADA VERSUS DROSOPHILA

Bicicleta MTB Cube Stereo 140 cuadro de carbono, frenos, cambio y trasmisión Shimano XT M 8000; suspensión delantera FoxTalas CTD, suspensión trasera Fox Float DPS Factory, ruedas 29 pulgadas con cubiertas Swallbe One, llantas Cosmic elite. Ciclista varón, 1,80 m, 87 km, porcentaje de grasa de 9%, 40 pulsaciones por minuto en reposo. Bueno, bonito, y nada barato.

Subida a puerto con un desnivel medio del 16%. Terreno pedregoso entre pinares de nueva repoblación. Una mosca de tamaño reducido intenta posarse en las narices del ciclista. Manotazo con la mano derecha hacia la izquierda. La mosca sale tocada pero vuelve a colocarse cerca de la nariz. Manotazo con la mano derecha. La mosca se aparta sin ser tocada. Vuelve a sobrevolar la posición de las gafas. Tercer manotazo e improperio. Ha tocado a la mosca, aunque muy lejos de acabar con su vida. Por ello, el insecto vuelve a dibujar ochos en el aire delante de las gafas del ciclista, que hace equilibrios sobre las piedras del camino. Cuarto manotazo y doble improperio. La mosca que esquiva hábilmente y vuelve a las gafas. Fuerte manotazo, y demarraje. Pedaleo al límite. Tal vez así logre dejar atrás al insecto. Inútil afán la del ciclista: la mosca sigue erre que erre. ¿Para qué sirve una mosca si no? Curva con desnivel del 22%. Sexto manotazo, y cinco improperios encadenados. La mosca recibe pero no ceja en su empeño. El ciclista sopla para ahuyentar a la diabólica criatura. Todo en vano. Coronando el puerto, el ciclista lanza un fortísimo manotazo que no alcanza a la mosca pero que sí le arranca las gafas de la cara. Una cara que se vuelve aturdida hacia la izquierda provocando un fuerte desequilibrio. Manillar a la derecha y caída hacia la izquierda. Golpe seco en las costillas.

Conclusiones (a elegir):

a) El minúsculo insecto ha tumbado a un corpulento ciclista, todo músculo él, y a su flamante máquina de ultimísima generación.

b) El ciclista debería estar agradecido al insecto, pues a lo largo de la subida no ha tenido conciencia del enorme esfuerzo que le ha costado.

c) La fuerza surgida de la ira siempre acaba volviéndose contra uno mismo (aforismo de azucarillo)

jueves, 26 de mayo de 2016

ESO


"Antes -mucho antes del ahora- todos eran iguales, hasta que apareció Eso. Procuraban (otra cosa diferente es que lo consiguieran) no parecerse al de al lado, por aquello de evitar sumirse en una triste parodia. Después de Eso, unos empezaron a ser menos iguales que otros. No era cuestión de originalidad sino, más bien, de un estado generalizado de antipatía."



martes, 24 de mayo de 2016

DE INVASIONES Y DESCEREBRAMIENTOS PROTOCOLARIOS


De todos es sabido que no todas las invasiones bárbaras se han practicado con la cruenta barbarie que debería caracterizarlas. Frente a las ocupaciones con el arma en ristre y los pendones al viento, existen otras más calculadas -y muchísimo más sibilinas- que, de a poco a poco, al puro merme, han llegado a hacerse con el control y la soberanía de predios ajenos, ante la parsimoniosa aquiescencia de los lugareños, ingenuos ellos.

Así, en el polo opuesto a la ocupación de Polonia por las palotinescas tropas del tercer reich, al son de la wagneriana Cabalgata de las Walkirias, existen otras formas de prácticas incursivas cuya eficacia se ha revelado insólitamente efectiva para el contingente invasor.

Pongamos por ejemplo la triple invasión por parte de mercancías, empresas y habitantes que, desde la República Popular China se viene practicando lenta pero inexorablemente a lo largo y ancho del mapamundi de Torrelodones desde hace ya unas décadas. A día de hoy, es casi imposible adquirir un subproducto que no haya sido facturado en el paraíso del comunismo, generalmente en condiciones laborales que el reconocido psicópata Henry Ford hubiera firmado con un ojo cerrado y el otro avizor.

Pues, a lo que parece, y ante la incapacidad de reacción de los académicobuenaletrenses, se ha constatado que el Institutum Pataphysicum Granatensis está algo más que infiltrado en la llamada Academia de las Buenas Letras de Granada (presumiendo que el título de la citada fundación no debe referirse a la caligrafía de los miembros y miembras que en ella pululan) pues el creciente número de sátrapas que se suman a las listas de la mentada academia invita a la reflexión.

Es fácil suponer pues, que si el goteo de patacadémicos sigue creciendo en los próximos años, cabría la posibilidad de que acabaran adquiriendo la titularidad sobre la mayoría de las eruditas poltronas, dado lo cual, todas las decisiones estarían vinculadas a los designios del doctor Faustroll. Ahora bien, teniendo en cuenta que la única obligación del patafísico es no estar obligado a nada, es verosímil dudar de la eficacia de tal invasión, en tanto que, en su patafísica esencia, los patafísicos nunca llegarán a un acuerdo sobre ningún punto que allí se planteare.

No obstante, también podríamos pensar que, al consentir la entrada de la caterva jarryniana en su seno, la egregia Academia local está proyectando infiltrarse en el contubernio enemigo, y de esa manera acceder a los enigmáticos saraos del I.P.G., y tener información de primera mano de lo que allí se cocinara. Y esto es lo más preocupante del conflicto que aquí nos ocupa pues, si la flamante A.B.L. obtuviera acceso a temas tan confidenciales como, sin ir más lejos, las defenestraciones periódicas de los sátrapas del I.P.G., correríamos el serio peligro de asistir a la defenestración de la tan loada como imprescindible academia (mobiliario incluido) sobre el pavimento de la Acera del Casino. Y si eso sucediera -cosas más estrambóticas se han visto- nos veríamos ante el apocalíptico espectáculo del descerebramiento masivo de los egregios patacadémicosdelospulcrosgrafemas. Y allí, omnipresentes, siempre omnipresentes, -porque la omnipresencia es preceptiva incluso en la peor de las peores tragedias- aquellos sátrapas que hubieran o hubiesen sobrevivido al holocausto de las buenas letras, por aquello de no haber sido empoltronados en protocolarias poltronas patacadémicas, entonarían henchidos de fervorosa consternación, la iniciática tonada del descerebramiento.



Mirad, mirad el trituraperros girar / Mirad, mirad los sesos saltar/ Mirad, mirad a los Bienpensantes temblar/ Urrah! El Cuerno por el Culo, viva el Padre Ubú



Hasta aquí lo que trasciende en gacetillas y pasquines locales. Empero ¿qué hay detrás de toda esta polémica entre los hunos y los hotros? Pues nada más y nada menos que una conjura, una maquinación gestada en los lúgubres salones de la Real Maestranza de Caballería, con la intención de recuperar el control del Cotolengo de Santa Eduvígis Sinclética, que nunca estuvo en manos de sátrapa o académico alguno, pero que, por aquello de conspirar, los maestrantes se han deslizado en ambas congregaciones con ínfulas de mangoneo, chupeteo y triscamiento.

Y todo esto ¿por qué? ¡POR QUÉEEEE! gritarán ustedes, sufridos lectores, por quéeeee. Pues ni más ni menos que por las ansias del Rector Magnífico Perezoso, del I.P.G., regente, asimismo, de la Cátedra de Brevidoxología y Heurística de lo Epifantástico, Secretario del Departamento de las Nubes, los Silencios y los Eremitas, cuya mayor aspiración ha sido, es y será la de ser nombrado Caballero de la Orden de Malta (Prieuré Oecuménique de la Sainte-Trinité-de Villedieu) y vivir eternamente del cuento; y esto lo juro por la candela verde. ¡Merdre!

Así son las cosas y así se le hemos contado.

domingo, 8 de mayo de 2016

EL OLIVO


No pocas veces, tiene uno la sensación de haber pertenecido a un gremio en el que nunca se sintió integrado. Estoy hablando de la denostada crítica -teatral en mi caso- que suelo ejercer muy de tarde en tarde, y por la cual nunca he percibido mayor compensación que la de asistir a la función como prolegómeno a un trabajo basado en el compromiso intelectual.
El ejercicio de la crítica en nuestro país, se ha alimentado tradicionalmente de la más enérgica de las subjetividades. Más que crítica yo diría que, por lo general, los profesionales de dicha especialidad se han dedicado a verter opiniones sin concesiones a la fundamentación.
Hace escasos días tropecé (y nunca mejor dicho) con la reseña que Carlos Boyero había elaborado acerca de la recién estrenada película “El olivo” de Iciar Bollain. No olvido la fama que, en otros tiempos, adquirió dicho crítico sobre todo a fuerza de una torrencial adjetivación, en su mayoría peyorativa, hacia filmes que, de alguna manera, alcanzaban bastante aceptación entre el público. En otro tiempo (repito) el poder de un crítico como Carlos Boyero, podía llegar a influir en las opiniones del público, e incluso coadyuvar a mermar o acrecentar la taquilla de una producción.
Daños colaterales aparte, esos tiempos ya son parte del pasado y la influencia de la crítica cinematográfica -no así la literaria- en las intenciones del público es prácticamente anecdótica. Es por eso, que sigo sin comprender cómo una gran parte de una crítica -y esto lo digo con respecto a todas las artes- continúa estructurando sus reseñas sobre los cimientos de la valoración subjetiva. Y digo esto teniendo en cuenta que cualquier opinión crítica es eso: pura opinión.
Si tenemos a bien visitar la obra de algunos críticos centroeuropeos o anglosajones, encontraremos que buena parte de estos, sustentan su trabajo sobre el ejercicio de la fundamentación seria y equilibrada. Un crítico, o al menos bajo mi punto de vista, debería trascender la obligada subjetividad hasta el punto de iluminar la obra de referencia y plantear ideas inherentes al discurso que no están explicitadas aunque sí insinuadas.
El crítico, siendo como es un espectador más, tiene el compromiso de formular conclusiones con respecto a la exégesis de la obra que analiza, y no únicamente lanzar valoraciones que, sin un fundamento bien equilibrado, apenas aportan nada al fenómeno expresivo.
La fatuidad con que Carlos Boyero sigue ejerciendo una labor escasamente simbiótica y descaradamente parasitaria, no parece consciente del entorno en el que se está moviendo la prensa escrita en estos momentos. La decadencia de los quioscos, la escasez de venta de los grandes diarios -casi abocados a subsistir a fuerza de subvenciones y publicidad- han minimizado el enorme poder de influencia que, (tripito) en otros tiempos, llegaron a tener los articulistas de opinión.
Probablemente, el filme de Iciar Bollaín, no alcance cotas significativas a la hora de servir de referente artístico. Probablemente, no estamos hablando de la mejor película de esta aventajada discípula de Ken Loach. Probablemente, sí, pero hay algo más que un afamado crítico, en su afán de lucir el gran diccionario de adjetivos calificativos que suele desplegar en sus escritos, parece olvidar con demasiada frecuencia: la historia de un árbol milenario arrastra consigo una colección de cargas de profundidad que no deberían escapar a la mirada del espectador. Este árbol milenario, desde sus abigarrados ramajes, nos susurra la Historia Interior de un país que se durmió en los laureles de la peor de las epidemias que han azotado a la humanidad. Hace ya demasiados años que el imaginario colectivo derrotó a la añorada complejidad del imaginario subjetivo. Esa gran estafa que llamamos progreso, ese culto al utilitarismo, a la necesidad imbuida de éxito, han desposeído de alma a un pueblo que se olvidó de algo tan hermoso como el ejercicio ético. A día de hoy, los escasos resquicios de aquella perdida humanidad que puedan quedarnos, han sido insidiosamente marcados con el estigma de la ingenuidad.
Cabe ahora preguntarse si acaso no ha sido esa rebelde ingenuidad lo que ha impulsado -siempre desde abajo- los escasos cambios que han potenciado las mejoras sociales de las que hoy somos beneficiarios.
Lo bonita o fea que nos parezca una narración cinematográfica, la escasa grandilocuencia con que se proyecta esta cinta donde prima el sentimiento por encima de la eficacia; son absolutamente secundarios.
Quiero creer, por cierto, que todavía existen críticos, creadores y espectadores, capaces de ofrecer y recibir algo más que lo evidente.

miércoles, 23 de marzo de 2016

PASIÓN


Te deseo toda, toda, toda, en las noches de invierno, porque a la manta eléctrica le falta la textura sutil de tu pijama de franela, y el precio de la corriente alterna se ha puesto por las nubes.

domingo, 31 de enero de 2016

VESTIDA DE LUZ


Vestida de luz deambulas por la casa, agitando el vacío con el aroma de tu cintura; dibujando claroscuros detrás de la cortina; iluminando el atardecer con la audacia de tu sonrisa.
Y todo por el módico precio de un intervalo otoñal que enciende de amarillos imposibles la ribera que recorre mi hambre; por un efímero regreso al fluido azul bajo el que se tendía aquel niño flaco de piel cobriza.

Vestida de luz amaneces indolente; escapada de la tibia pecera donde levita tu anhelo; reclamando espacio en la penumbra del domingo.

Vestida de luz... vestida de aire.