viernes, 17 de abril de 2015

TODO ES NADA... Y NADA ES MÁS DE LO QUE PARECE




Hay ocasiones -no todas las que uno hubiera deseado- en que consigo sentarme en mi viejo sillón verde y sumergirme en la espuma de los delirios ajenos. Suele suceder entonces, que mis pies se adormecen abrigados por el suave pelaje de mi flemático compañero.

Otras veces tengo la enorme dicha de apretar un botón y acceder a esos universos donde todo mi ser se deja enajenar por la voz de las sirenas.

Pero, sobre todo, hay días en los que cierro los ojos y vuelvo a vivir aquellos instantes en los que -al menos vagamente- fui feliz.

Y es en todos esos paisajes, en todos esos desvaríos, en todas esas transfiguraciones, cuando uno adquiere la lúcida noción de lo que significa la palabra plenitud.
Teniendo en cuenta, eso sí, que todo lo que un día me importó fue producto del sueño.