Hubo música antes de Bach. Por
supuesto que la hubo. Grandes compositores dedicaron su alma a llenar
el espacio vacío con obras que, aun hoy, asombran a los que albergan
en su interior el raro talento de escuchar y dejarse arrastrar por
ese torbellino intangible. Pero ninguno de ellos tenía el inmenso
genio del Cantor de Leipzig.
Bach era –en cierto sentido- un
extraterrestre, una montaña en medio de la verde llanura del
talento, una fuente inagotable de ignotas emociones. La proyección
mística de Johann Sebastian Bach es, por tanto, infinita. Mientras
haya música, la inspiración del viejo peluca –como le
llamaba cariñosamente su hijo Johann Christian- seguirá iluminando
las fibras más íntimas de nuestra agonizante sensibilidad.
La música de Bach eleva al hombre
más allá de su palmaria mediocridad. Es la prueba viva de que el
ser humano puede ser algo más que un triste organismo
autodestructivo.
Sin esta creación –etérea e
inmarcesible al mismo tiempo- el mundo, tal y como lo conocemos,
quedaría mutilado, desfigurado y falto de espíritu.
La obra de Bach dio a la humanidad
una nueva dimensión de sí misma. La obligada reflexión sobre la
condición humana quedaría incompleta si nunca hubiera sido escrito
el oratorio de La pasión según San Mateo. Eso en el caso de
que alguien pudiera aportar algo más sobre la condición humana
después de Shakespeare. Si es fácil concluir que el ser humano
posee todas las facilidades para inclinarse hacia lo perverso, en
este caso queda demostrado que podemos aspirar a lo sublime aunque
sólo sea de forma efímera.
Hubo pues, antes de Bach, un silencio que sólo él
pudo inundar de luz y esperanza. Confiemos en que este generoso
torrente no se agote antes de desembocar en el mar.
Hace
un instante –de instantes, y poca cosa más, se nutre la vida- he
experimentado (no me he limitado a verla) la película de Pere
Portabella "El silencio antes de Bach", gracias a la
impagable recomendación de mi amiga Rosario de Gorostegui. Si
alguno/a tuviera interés en disfrutarla, he aquí el enlace:
http://youtu.be/rLCb_kJG3mE
Eso
sí, en el caso de que la secuencia grabada en el interior del metro
de Barcelona les sea indiferente, no se molesten en seguir visionando
la cinta.
Bach es tan perfecto que da grima. Escucharlo en exceso me produce un ataque de impotencia. Miro al suelo, como un tonto arrepentido de una tontería, y sería capaz de quemar todos mis escritos, de formatear mi disco duro. Sólo consigo dominar el ataque con un contraproducente ataque de soberbia. No sé qué es peor
ResponderEliminarEs bueno que exista algún que otro genio para recordarnos nuestra pequeñez. Para hacer que nos riamos de lo mindundis que somos. Eso sí, también nos podemos reír de todos esos mediocres que, lejos de percatarse de su insignificancia, nos divierten con su megalomanía.
ResponderEliminarNo olvidemos que Bach, lejos de creérselo, estaba convencido de que plagiaba a Dios. Encima de genio, humilde. Si es que no tiene desperdicio.
Bach es un universo inagotable de sabiduría. Escuchar su música todos los días, aunque sólo sean unos minutos, es uno de los mejores caminos hacia la plenitud, la seneridad, la creatividad.
ResponderEliminarA mis amigos que no tocan ningún instrumento siempre les digo: no os preocupéis, es verdad que inteperetar a Bach es privilegio para unos pocos, pero a lo que verdadera y profundamente nos invita Bach es a escuchar. Y a través de ese camino de la escucha a ser mejores. Se piensa que escuchar la música de Bach (y otras) es más fácil que interpretarla, por ser actividad exenta de la pericia y el esfuerzo ingentes que conlleva convertir sus partituras en música. No es así. Escuchar está en principio, y escuchar está al final. En medio está el vacío de la creación. Si acaso esos intérpretes son capaces de hacer música no es por otra razón de que son los primeros y los últimos que escuchan. Toda la pericia imaginable no es nada si no se ha aprendido a escuchar.
Cuando Bach nos dice que plagiaba a Dios no nos habla de otra cosa que de escucha. Bach, ante todo, era alguien que sabía escuchar.
Gracias por tu blog.
Gracias a ti. Gracias a los que escuchan. Porque oír es fácil. Eso puede hacerlo cualquier animal. Escuchar es otra cosa bien diferente.
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