domingo, 10 de julio de 2011

LA TÍA DE THOMAS BERNHARD Y LA PODEROSA



Qué tiene que ver la tía de Thomas Bernhard con una motocicleta a la -por razones más sentimentales que veraces- bauticé con el nombre de la poderosa. Nada a priori. Todo a fin de cuentas. Porque fueron dos libros del gran maestro austriaco los que me acompañaron en en último viaje por esas carreteras infames que tanto me gustan y tan poco agradan a los usuarios de las autovías. Eso suele suceder cuando lo que importa es el camino (que decía el ingenioso hidalgo) y no tanto el destino. Esta mañana de domingo, un domingo apacible y no demasiado caluroso, decidí buscar el frescor de las montañas penibéticas subido al cacharro metálico. Ya sé que alguno pensará que soy de aquellos que se solazan en su propia adrenalina lanzándose a altas velocidades sobre el asfalto. Sin embargo debo aclarar que no pertenezco a ningún club, y que lo mío es la endorfina. Suelo viajar solo y voy así parando de pueblo en pueblo, ante las mirádas atónitas de los lugareños, buscando algún lugar apacible donde pasar unas horas bajo la sombra de los árboles. El de hoy se llamaba Tocón, y di con él durante el camino de regreso de La Peza. En esta pequeña pedanía de Quentar hay una terracita donde uno puede sentarse desde horas tempranas y disfrutar de la calma necesaria para degustar unas papas con alioli al tiempo que se sumege el las páginas de un libro.
Hoy tocaba el turno a Thomas Bernhard y además por partida doble. Primero una relectura que llevaba un tiempo deseando emprender: "El Malogrado". En esta novela, junto al personaje real del músico solitario, Glenn Gould, aparecen y desaparecen aquellos seres damnificados por el encuentro con la genialidad. El malogrado es mucho más que una novela de ficción con pinceladas biográficas, se trata de una de las mayores lecciones de estilo y pensamiento literario de todo el siglo veinte. A ese lenguaje obsesivo con que define tanto al narrador como a los protagonistas, deberíamos unir la fuerza de unas ideas que, tal vez, deberían haber sido escuchadas con mejor juicio en los últimos años. En 1983, Bernhard escribe lo siguiente: "Ninguna palabra se me ha vuelto más repugnante que la palabra socialismo, cuando pienso en lo que se ha hecho con ese concepto. Por todas partes, ese abyecto socialismo de nuestros abyectos socialistas, que explotan el socialismo en contra del pueblo y, con el tiempo lo han hecho tan vil como ellos mismos". Uno entiende ahora, cuando relee estos textos, de donde viene el adjetivo "polémico" que se puede leer en todas las biografías sobre Bernhard. Se puede o no compartir el criterio de este magnífico escritor, pero ideas como estas son para echarse a temblar: "La mayoría de los artistas no sabe nada de su arte. Tienen una concepción artística diletante y se quedan durante toda su vida en el diletantismo". Miro a mi alrededor y, prefiero no hablar, no sea que los egregios de turno se me hechen encima.
En cuanto a esa joya inclasificable que es "Mis premios", confieso que he disfrutado como un marrano en un charco de esa incisiva reflexión que Bernhard ensaya sobre los premios literarios, su significación y su insignificancia. Bernhard recogió unos cuantos premios a lo largo de su densa trayectoria. Todos ellos fueron, para él, meros hornamentos, bagatelas para engordar la autoestima. En este ensayo, aparte de la mofa y el escarnio que el autor austriaco realiza en torno al ego de los artistas y el reconocidísimo mamoneo que gira en torno a las distinciones para intelectuales, Thomas nos introduce un interesante personaje: su tía. Según narra el autor, cada vez que tenía que ir a recoger un premio, tomaba la precaución de ir acompañado de su tía. Curiosa costumbre. La tía de Berhard -cuyo nombre no se especifica- aparece en todas esas ocasiones investidas de pompa y circunstancia. Pero, y he aquí mi principal motivación a la hora de redactar estas líneas, ¿existió realmente la tía de Thomas Bernhard? ¿Era, por tanto, un personaje real y no una de sus muchas invenciones? Por favor, si alguien tuviera conocimiento de tal hecho, que me lo diga. Y si fuera posible, que me manden una foto de la tía de Bernhard.