Ayer me enamoré de una nube que tenía forma de delfín. Por una vez
en mi vida logré vencer mi timidez y se lo dije. Le dije que era la
nube más fascinante que había conocido jamás. El cumplido debió
gustarle pues, de repente, se puso a llover sobre mí dejándome
empapado. Mientras escribo estas líneas estoy pasando un catarro
maravilloso.
sábado, 29 de marzo de 2014
domingo, 23 de marzo de 2014
¡AÚN ESTOY VIVO!
He perdido la cuenta de las veces que
he caminado hasta llegar a este árbol caído. Desde la primera vez
que lo vi tuve claro lo importante que debería ser su ejemplo para mi propia existencia; pero también para la vida de todos los que tenemos la fortuna de estar vivos.
La lluvia y el viento lo tumbaron un día, igual
que los guantes del rival tumban al boxeador, dejándolo abatido para
siempre. Pero la mitad de sus raíces siguen ahí, perforando la
tierra que alimenta la mitad de su ser. Y así, la mitad de sus
ramas, las que quedaron bajo el tronco, han muerto para siempre,
mientras la otra mitad se eleva hacia el cielo como la música que se
engendra en las entrañas y asciende y asciende igual que las pompas de jabón que cabalgan sobre el viento.
Esas ramas vuelven a florecer
todas las primaveras, como un estallido de luz que quisiera gritar a
los cuatro vientos: ¡aún estoy vivo!
Estar vivo es aprender a ser derrotado, y volver a ponerse en pie, y luchar, y luchar sin tregua por seguir existiendo pese a que no siempre podamos ganar nuestras pequeñas batallas. Se puede vivir sin piernas, sin brazos, sin ojos e incluso sin apenas voluntad. Se vive por puro instinto, por una necesidad primaria; pero también somos lo que somos porque tenemos a nuestra disposición la posibilidad de engendrar belleza, emoción y bondad. Existimos, no solo para respirar, comer, beber y reproducirnos, sino también porque siempre habrá alguien que nos necesite.
La vida nos tumba y nos mutila por imperativo biológico. De cada uno de nosotros depende levantarse de
nuevo y seguir peleando o dejar que pase la cuenta del knock out.
El árbol caído seguirá dando lo mejor de sí mientras el ramaje que aún se aferra a la existencia siga floreciendo año tras año.
El árbol caído seguirá dando lo mejor de sí mientras el ramaje que aún se aferra a la existencia siga floreciendo año tras año.
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