Las historias nacían en su angelical mirada como sueños dominados
por la varita de lo imposible. A lomos de una extraña criatura
-mitad pingüino, mitad caballito de mar-, atravesó océanos de
miel, galaxias de azúcar (a punto estuvo de atragantarse), montañas
sin cima, artefactos languidecientes, islas flotantes, ríos de leche,
bosques completamente amarillos. En sus largas singladuras conoció
el vértigo del abismo insondable bajo los sargazos, la magia de los
largos silencios, el pánico del amor, el sabor de los frutos
lunares, la metralla de la rutina, e incluso el delirio de su propia
maestría. Luego, fue pormenorizando sobre la arena del desierto toda
su vida, todas sus utopías, todos sus demonios, y esperó
pacientemente a que el viento del sur se la llevara muy lejos.
sábado, 5 de abril de 2014
martes, 1 de abril de 2014
¿PÁJAROS EN LA CABEZA?
Miguelito es hijo de una encina. Un día se cansó de crecer y dijo,
hasta aquí hemos llegado. Se negó a aumentar de tamaño por dentro
y por fuera. De nada sirvió que su madre le insistiera en que debía
hacerse grande. Miguelito, erre que erre, dijo que todo el mundo
crece y que aquello, cuando menos, le resultaba una ordinariez. Ahora
le ha dado por invertir la posición, hincando las hojas en el suelo
y alzando las raíces al cielo. Yo lo llamo por teléfono y le
pregunto qué hace. Miguelito me contesta: pues ya ves, el pino con
las orejas. Yo prefiero no llevarle la contraria porque lo conozco
bien y sé que se iría por las ramas. La gente ha empezado a
murmurar. Dicen las malas lenguas que tiene pájaros en la cabeza.
Nada más lejos de la realidad; Miguelito tiene pájaros en los pies.
domingo, 30 de marzo de 2014
EL AMIGO INSUFRIBLE
Tengo un amigo de plastilina con el que mantengo
apasionadas conversaciones sobre trigonometría. El problema es que
este año está haciendo un posgrado de derecho financiero y, se pone
tan pedante, que me están entrando ganas de hacerlo una pelota y
lanzarlo por la ventana. Me contengo porque sé que un trozo de
plastilina con tanta formación podría matar a un viandante. Mucho
me temo que, de ser así, el viandante muerto pondría una denuncia
contra mi amigo de plastilina lo mandarían a la cárcel. Claro que,
en el hipotético caso de que eso sucediera, mi amigo de plastilina
no tendría mucha dificultad en deslizarse entre las rejas. A la
gente de plastilina, si se les quiere privar de libertad, hay que
meterlos en una caja fuerte.
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