jueves, 20 de septiembre de 2012

TABÚ




Otra cosa diferente es la cuestión del tabú. Los tabúes nacen generalmente de los prejuicios, de las ideas preconcebidas sobre asuntos que nada tienen de dañinos. El tabú por excelencia de la época victoriana fue indudablemente la sexualidad. Hablar de sexualidad -lo de practicarla ya es otro cantar- no ha estado bien visto hasta hace muy poco tiempo. Tan escaso tiempo hace de aquellos años de silencio, que todavía hay un cerril reparo a aceptar que el 99 % de los seres humanos practican la masturbación y el 1 % restante miente al respecto. Se puede hablar con cierta naturalidad –aunque para ello se usen ridículos eufemismos- del estreñimiento o las pérdidas de orina, y sin embargo algo tan generalizado como el autoerotismo permanece aún encerrado en el armario de lo íntimo. Curiosamente nuestra sociedad considera íntimas aquellas cosas que todo el mundo tiene o practica. Se llama ropa íntima a la lencería femenina, si bien el concepto de intimidad define aquello que incumbe únicamente al individuo.