sábado, 19 de enero de 2013

CONSPIRACIONES

El camino de la vida puede ser de todo menos perfecto. Tal vez por eso me cueste creer en ese tipo de casualidades que se confabulan para golpearte la moral.
La pasada navidad recibí un libro prestado de mi amiga Carmen García. Nada raro entre amigos, si no fuera porque aquella impresionante novela era nada menos que "Elegía" de Phillip Roth. Lo cierto es que esa historia sobre el declive de la vida me dejó el ánimo hecho fosfatina. Aún así la leí sin tregua, pero con todo el dolor de mi alma. Uno sabe que el cuerpo se oxida, y que, en el mejor de los casos, la mayoría acabaremos unidos a un cajón repleto de medicinas, y sin embargo no es fácil abrir los ojos y reconocerse avocado a la decrepitud. La vejez -decía la novela de Roth- no es una batalla: es una masacre.
La cosa no hubiera ido a más de no ser porque otra amiga, Rosario Gorostegui, tuvo a bien prestarme un libro de cuentos del escritor sueco Torgny Lindgren. El libro "Agua" recogia una buena compilación de relatos, el último de los cuales, "La escalera", describía con absoluto detalle, cómo un anciano sube el tramo de diecinueve peldaños que hay en la entrada de su casa. Aquella escalera no era ni más ni menos que el final de la vida. Cada escalón que el anciano subía era un paso más hacia la degradación y la muerte. El relato, por cierto, es absolutamente magistral.

Bien. Casualidades de la vida. O no.

Acabadas las entrañables fiestas navideñas. Me reuní con Carmen y otras dos amigas, Patricia y Sara, en un céntrico bar. Patricia nos mostró un libro que recogía la serie de fotografías que hizo Nicholas Nixon a las hermanas Brown (Beverly, Heather, Laurie y Mimi) desde 1975 hasta el presente. Todos los años, colocadas en el mismo orden, Beverly, la esposa del fotógrafo, y sus hermanas prestaron sus rostros para que Nixon recogiera el paso del tiempo. Yo había visto la exposición en Málaga -creo recordar que fue hacia el 2004- y luego en Granada en 2009. En ambas ocasiones tuve el mismo pensamiento: el transcurso de la vida puede ser hermoso pero también devastador.

Tanta casualidad empieza a mosquearme. 

Hace unos días, asistí a la proyección de la magnífica cinta de Michael Haneke "Amour". Una de las mejores películas que he visto en mi vida. El argumento es tan sencillo como áspero: Una pareja de ancianos comparte el último tramo de sus vidas en un piso parisino. Súbitamente, ella sufre una hemiplegia de evolución degenerativa. El hombre decide hacerse cargo de su cuidado en lugar de ingresarla en una residencia. A partir de ese momento, el espectador asiste, entre atónito y conmocionado a una lección de amor más allá de las palabras. Pero también hay algo mucho más prosaico: la vida no suele terminar en un camino de rosas. Lo más probable es que acabemos subiendo a gatas el último de los diecinueve peldaños.

Alguien me estaba tendiendo una trampa. Todo este torrente de realidad no puede haberme caido encima por pura casualidad.

La última me la busqué yo mismo. Ayer compré el "Cuento de Navidad de Auggie Wren" de Paul Auster. Auggie es el dependiente de un estanco de Brooklyn que todos los días fotografía la fachada del local desde el mismo punto. Lo primero que uno puede pensar es que el buen Auggie está repitiendo la misma imagen una y otra vez. Pero lo cierto es que cada fotografía es completamente distinta a la anterior. Cambian las luces, las personas que circulan por la acera, las estaciones, el clima, los años. Lo cierto es que Auggie -al igual que Nixon- estaba fotografíando el tiempo. Y en esas imágenes, donde se aprecian los cambios causados por el devenir, el tiempo transcurre muy deprisa. El tiempo es impío, no perdona, no tiene el menor atisbo de generosidad para con los mortales.

No todo va a ser llorar.

Al final del relato, Auggie cuenta a Paul Auster otro cuento. Un cuento dentro de otro cuento -a qué me recordará esto-, la historia de cómo consiguió la cámara con la que fotografía su tienda. Todo ello forma el material con que Waine Wang rodó hace unos años la película "Smoke".
Aquí os dejo el plano secuencia -uno de los mejores que he podido conocer- del relato. 
Espero que os guste.

martes, 15 de enero de 2013

TOMAS MORO



Reproduzco literalmente un fragmento de Tomás Moro, escrito hace 494 años:


"Así, cuando miro esas repúblicas que hoy día florecen por todas partes, no veo en ellas -¡Dios me perdone!- sino la conjura de los ricos para procurarse sus propias comodidades en nombre de la república. Imaginan e inventan toda suerte de artificios para conservar, sin miedo a perderlas, todas las cosas de que se han apropiado con malas artes, y también para abusar de los pobres pagándoles por su trabajo tan poco dinero como pueden. Y cuando los ricos han decretado que tales invenciones se lleven a efecto en beneficio de la comunidad, es decir, también de los pobres, enseguida se convierten en leyes."

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