viernes, 15 de septiembre de 2017

LA EXCELENCIA

Acabo de revisitar el film de 1995 "Dead man" de Jim Jarmush. Lo hago con cierta incredulidad, sobre todo al caer en la cuenta de los años transcurridos desde su factura y de la circunstancia de que el tiempo obra a favor de este western, o tal vez debería decir "northern".
"Dead man" es una película sobria, perfectamente medida en cada una de sus facetas, desde el blanco y negro elegido como soporte visual, hasta la imprescindible música de Neil Young, pasando por cada uno de los actores que materializan este clásico. La narración comienza con un largo viaje en tren, desde Cleveland hasta los vastos territorios recién arrebatados a los indígenas. Los cambios de pasajeros, mientras el protagonista permanece en su asiento, nos van sugiriendo la metáfora de un descenso a los infiernos.
A partir de ese viaje seremos testigos de la transformación que experimenta el protagonista, inicialmente un ser ingenuo que viaja en busca de trabajo, y termina dejando aflorar al ser despiadado que todo hombre lleva en su interior.
Al contrario que la mayoría de las películas de este género, no veremos tiroteos inverosímiles, donde la bala acaba siempre en el lugar preciso, sino que comprenderemos que la suerte de vivir o morir en una tierra de pistoleros es cuestión de pura casualidad.
Lejos de contener un argumento concebido para atrapar el interés de un público ávido de entretenimiento, "Dead man" se alimenta de símbolos mitológicos, y hace uso de una estética fuertemente expresiva. Empezando por el nombre del protagonista, William Blake, y terminando por el viaje en canoa hacia la muerte, la acción dramática exige del espectador algo más de una excusa para atiborrarse de palomitas.
No soy yo de los que caen en la gilipollez de los rankings peliculeros. Quiero decir que "Dead man" no es para mi una de las nosecuantas mejores películas de su género; es a mi modo de ver, una gran obra, un brillante largometraje de Jim Jarmush, y ya está.
Luego está el asunto del protagonista. Un Johny Dep en la línea del excelencia del film, nos hace (a día de hoy) preguntarnos cómo es posible que una estrella de cine, sea capaz de trenzar interpretaciones tan recomendables como su William Blake, y años después acceda a perpetrar ese engendro de "El llanero solitario". Casos así solo pueden explicarse en función de los honorarios del artista de turno. Sobre todo, tras haber comprobado la capacidad del señor Dep, en aquel tremendo peliculón sobre la decadencia de los últimos indios de américa "The Brave".

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