domingo, 30 de julio de 2017

ESA MATERIA INERTE QUE ES LA MÚSICA





Luis Mariano Renedo no nació en una familia de músicos. Más bien fue la música quien nació dentro de Luis Mariano. De ahí en adelante, invirtió toda su vida en formarse como guitarrista flamenco. De hecho, él tiene muy claro que los grandes de la música pasan toda su vida evolucionando y que no hay un techo para alguien con la suficiente curiosidad para buscar la perfección dentro de un instrumento.
Mientras otros guitarristas tienen un nombre e incluso un apellido que les coloca en las portadas de las revistas, Luis Mariano Renedo sigue buceando en el océano infinito de las posibilidades. Es cierto que hace ya tiempo que encontró ese estilo que le hace inalcanzable. Lejos del recreo en el puro virtuosismo, Luis Mariano destila con sus guitarras el delicado licor de la emoción poética. Los dedos de este colosal guitarrista, andan ya de vuelta de aquellos tiempos marcados por la obsesión por emular a los maestros del punteo y, tras largos años de experiencia profesional, han sido puestos al servicio de una inspiración compositiva que se inscribe más allá de los límites de la originalidad.
En efecto, la voz -y no me refiero a la resultante de la vibración de las cuerdas vocales- de este músico es tan personal que resultaría disparatado entrar en clasificaciones. ¿Cómo clasificar a un guitarrista flamenco que sintoniza Radio Clásica en el coche? Por supuesto, Luis tuvo y tiene sus grandes referentes, a los que venera y de los que ha obtenido una envidiable formación. Pero el caso es que nadie como él, extrae de las seis cuerdas esa emoción que te transporta fuera de ti mismo, y te eleva hacia esos espacios mágicos donde sólo puedes penetrar con el espíritu.
Una sobrecarga de timidez y humildad ha dilatado el momento en que la guitarra dejara de actuar en función de otros protagonistas, para ofrecerse en su desnuda soledad. En ese aspecto, obvio es decir que la guitarra de Luis Mariano es solicitada por las mejores voces de nuestro flamenco. Pero en esta carrera de fondo que es la búsqueda de la música despojada de accesorios, del poema que se deshace en notas, faltaba eso que tantos tildan de atrevimiento.
El pasado 27 de julio, Luis Mariano Renedo apareció completamente solo en el escenario. Miento: le acompañaba una de esas maravillas que el guitarrero Antonio Marín Montero, elaboró para el guitarrista granadino. Y fue precisamente con una granaína, con un toque clásico, medido en ornamentación y pleno de sentimiento, con lo que el maestro enmudeció a la audiencia. Personalmente, después de tantos años asistiendo a recitales poéticos, puedo asegurar que pocas veces he tenido la dicha de vibrar con la emoción poética con que Luis Mariano interpreta su personalísima visión de los toques más jondos.
Y ahí, en el ángulo opuesto del oropel y los fuegos de artificio, es cuando uno acierta a entender que está ante uno de esos raros músicos que saben en qué consiste exactamente eso de crear música. No es algo común, créanme, escuchar a un artista que tenga un conocimiento profundo y equilibrado de la materia con la que trabaja. Hoy, sin ir más lejos, es bastante difícil darse con alguien que se considere escritor y sepa realmente en qué consiste la literatura.
La primera parte del recital no era apta para amantes de la jarana, del lolailo y el lerele; todo lo contrario: estamos hablando de esa consecución de la verdad musical que suele ser una excepción -como lo es la excelencia- y no la regla.
Lo que venga después, que será siempre un más allá en lo estrictamente musical, está en las manos de este excepcional músico. Por esperar, yo esperaría volver a ver al señor Renedo sin más acompañamiento que el de su inseparable guitarra. Y la música.

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