domingo, 14 de febrero de 2010

VACAS SAGRADAS

¿Estoy escribiendo en un medio de masas, o tal vez me encuentro en medio de un medio de masas, escribiendo para una minoría? En ese último caso, se daría la paradoja de que estoy usando un mass media para comunicarme con unos pocos, lo cual no deja de ser un curioso acto de elitismo. Un hecho pretencioso sin duda; como intentar afinar la voz en un karaoke.
No se puede negar a los medios de masas su intachable capacidad de para evidenciar el creciente grado de mal gusto y ramplonería que invade nuestra sociedad. Hasta tal punto son eficaces que gracias a ellos hemos asumido que el horterismo, la ordinariez y la indolencia son hoy unos valores en alza. No es generalizado, por supuesto, pero sí es un hecho innegable. El problema, si lo podemos llamar así, no está en los medios, sino en una audiencia entregada al cretinismo sin fronteras. La estulticia es algo más que una moda: es el estado natural de la audiencia. Pero ¿quién tiene la responsabilidad de este predominio de una masa acrítica sobre cualquier forma de ir un paso más allá? Una pregunta, en mi opinión, de las que habría que dejar inertes.
La influencia de lo mercantil ha llegado a tal extremo que la literatura, un terreno que parecía fuera del alcance de este Mefistófeles de lo banal, se ha banalizado hasta el punto de no ser un fin en si misma, sino un medio para llegar a la pantalla. Escribir literatura es por el momento una anomalía, frente a la exigencia de perpetrar meros guiones de cine o televisión o, al fin, para ese universo insondable que son las descargas digitales.
En ese terreno, en el de la no-literatura, o el puro argumento como forma de entretenimiento, hay siempre unas cuantas vacas sagradas que acaparan la atención de los lectores y se agolpan en las estanterías de los centros comerciales. Los medios de masas han logrado eliminar todo rastro de literatura del mercado gracias a esas vacas sagradas de la no-literatura, cuya cualidad esencial es la de tener las ubres colmadas de mala leche. Y para darle salida a tanto excedente de vitriolo, los medios de masas completan su círculo cerrado con los folletines dominicales, donde las vacas sagradas se despachan a diestro y siniestro, ensanchando hasta el infinito el inventario general de insultos y despropósitos.
Y en ese contexto; ¿quién escribe para ser leído? Pues los hay. Los hay en la misma medida que existen lectores que siguen anteponiendo el placer de leer a otro tipo de bagatelas. Mientras exista la palabra, habrá quien prefiera ejercer su derecho a imaginar, por encima de los sueños prefabricados. Una palabra es capaz de generar un número infinito de imágenes, de sabores, olores, y emociones. Hay palabras que por sí solas son poemas. Lo cual no quiere significar que no existan imágenes capaces de emocionar. Nada más lejos de mi intención. Lo que quiero decir es que el imperio de la imagen, como buen imperio, es un hecho invasivo, una criatura parida por el hombre, y por tanto capaz de lo sublime y de lo perverso. La imagen por sí misma no ha robado nada, pero quienes la usan como negocio han sabido provocar una marginación del pensamiento, un menosprecio de la inteligencia. El hecho de narrar un cuento, con sencillas palabras, y los mecanismos que éste desencadena frente al poder exterminador de la imaginación que ejercitan los dibujos animados, es algo más que discutido y ensayado por pedagogos, psicólogos, educadores y, cómo no, escritores.
Y ahí viene nuestro dilema: ¿escribimos para adaptarnos a la pantalla o seguimos creyendo en la literatura? Lo segundo parece más bien una cuestión de fe, pero a estas alturas de nuestra civilización es lo que hay. Si seguimos creyendo en la literatura tendremos que atenernos a las consecuencias. No hay más que echar una ojeada a los foros de lectura para caer en la cuenta de que los medios de masas han hecho bien su trabajo: se lee lo que el mercado impone, y al mercado rara vez le interesa la literatura.
Y aún así, sigue y seguirá existiendo ese instante mágico en que un lector, tal vez aislado del bombardeo mediático, descubre por su propia cuenta que hay una literatura más allá del marketing, y que esa literatura no es ni mucho menos elitista, es sencillamente inteligente. Y la inteligencia es una aspiración al alcance de todo individuo que crea en sí mismo, que mantenga intacta esa curiosidad por aquello que existe a la vuelta de la esquina, aparentemente invisible pero ontológicamente verdadero.
Existe, aunque nadie parezca advertirlo, un tipo de lector que no se deja engañar por la melaza del mercado. Un lector que se sumerge en la aventura de buscar con auténtico criterio y con rebelde independencia. Pues sí, leer literatura es un acto de rebeldía, frente a un orden global que aplasta la voluntad del individuo con el imperativo de lo que hay que leer. Les aseguro que ese tipo de lector al que me refiero suele tener un sentido de la estética altamente contagioso. El virus del buen gusto ataca hasta en las mejores familias.
La literatura no es un hecho cultural concebido para uso y disfrute de unos cuantos pedantes, -eso no es más que una falacia tan burda como intencionada- la literatura, igual que la música, es un derecho, un placer y un lujo al alcance de millones de seres humanos. Les ruego que no confundan lo literario con esos libros escritos para crear negocio. Siempre han existido los llamados best-sellers, objetos que crearon enormes revuelos, se vendieron por toneladas, y luego desaparecieron de la memoria. Y siempre ha existido la literatura, ese vicio malsano que ha sobrevivido a los tiempos y a los mercados. Recuerden que hubo una vez un escritor que fue capaz de crear una obra de arte haciendo una parodia de los libros de caballería, que eran ni más ni menos que la misma cosa que nuestros idolatrados best-sellers; amasijos de entretenimiento en estado puro, de argumento sin pensamiento, de aventura sin valor, o con ideales torpes y trasnochados.
Y en este estado de cosas, disparatando como estoy, diré que lo de vender poco es ya un acto de coherencia, un ejercicio de idealismo en medio de tanto y tan plano realismo.

© Gärt

1 comentario:

  1. ¡Vaya, que honor!!.
    Soy el primero en estrenar tu recien creado blog.

    Imprimo tu texto y lo leere esta noche en casa. Estoy en el trabajo y salgo de viaje.

    Espero que nos mandes otra colaboracion para El Espolon. Queremos tratar el tema de la juventud y la educacion; nos damos de plazo hasta finales de marzo para empezar a maquetar. Seria un honor tener un texto tuyo: hasta un par de paginas, imagen incluida.

    Bueno, ahora nos veremos con mas frecuencia. Te añado a mi lista en mi blog Literatura Revulsiva. No esperes por alli nada serio..., casi siempre me tomo las cosas a cachondeo, o con buen humor.

    Saludos

    Pd: las tildes se me fueron de vacaciones

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