martes, 18 de febrero de 2014

LA BONDAD


Nadie es perfecto -obviamente- y sería ingenuo por mi parte tratar de afirmar lo contrario. Nada más lejos de mi intención.
Ahora bien, tampoco se me escapa que la bondad existe, que habitan entre nosotros algunas criaturas limpias de corazón, en cuyos ojos parece brillar esa mirada del niño inocente que todos (o casi todos) fuimos alguna vez. 
Conozco seres incapaces por naturaleza de hacer daño al prójimo, al menos de manera consciente. Seguramente por ese mismo motivo suelen ser el blanco de todas las burlas, de todas las agresiones y de la mayor parte de las discriminaciones.
Tener un corazón noble y generoso equivale a brillar por encima de la media, y eso, ya se sabe, no es del agrado de los mediocres. A los ojos del mezquino, toda forma de bondad es un talón de Aquiles.
 Parecerá una perogrullada, pero cuando se mira de frente al sol, lo más probable es que uno acabe deslumbrado. 
No me olvido de aquellos que soportaron sin el menor atisbo de rencor, las novatadas más crueles por parte de aquellas infames camarillas de veteranos, ni de los que aguantan día a día lo que les caiga encima, sin devolver golpe por golpe.
En este mundo -no sólo en este país-, sea cual sea el ámbito que ocupemos, bastará que alguien sobresalga por su honestidad, e incluso por su inteligencia, para que empiecen a correr oportunos bulos y rumores que ensucien la mejor de las reputaciones. 
La excelencia, esa flor de colores desconocidos que aparece una vez cada quinientos años, parece inexorablemente unida a un destino trágico. Tal vez por ese mismo motivo aquellos que han sido tocados por el dedo de la noble inspiración, ocultan su talento por miedo a terminar atravesados por los dardos de la envidia.  
Y todo esto lo afirma y reconoce un servidor, que alberga en su interior un íncubo creado y concebido para incordiar a diestra y siniestra. Cosas veredes.


7 comentarios:

  1. No, Pepeluí, la excelencia existe mucho más a menudo que ese ritmo de cada 500 años del que hablas, pero precisamente los mediocres se encargan de que esa excelencia no se note. Por eso pasa desapercibida. Pero existe y está ahí con tanta frecuencia como la maldad. Lo malo es que aprendemos, y en ese aprendizaje de la maldad ajena, se nos queda en el camino la excelencia. Queda en hibernación, pero existente

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay, San Miguel Arcangel. Precisamente estás corroborando mi último párrafo. Será que eres tan bueno que no ves la mala leche que tengo al escribir sobre vosotros, los divinos, los mejores...

      Eliminar
  2. A mí lo que me ha llegado no es la excelencia, será porque no me toca, pero sí lo de "Conozco seres incapaces por naturaleza de hacer daño al prójimo, al menos de manera consciente. Seguramente por ese mismo motivo suelen ser el blanco de todas las burlas, de todas las agresiones y de la mayor parte de las discriminaciones" y de pronto me he visto catapultada a un pupitre en el colegio, defendiendo a guantadas a una niña muy pequeña y muy tímida a la que por las espaldas le intentanban quemar el pelo con la llama de un mechero, y por qué, por placer y porque estaba sola, sola frente al grupo, cosa de niños o cosa de animales según se mire, a mí no me da verguenza ninguna ser mala, muy mala, si es necesario. Somos bestias y en el grupo nos sentimos con poder de aplastar todo lo que no nos encaje. Eso es lo que me preocupa, que no protejamos ya no la excelencia, que no tiene por qué ir siempre paralela a la debilidad o la bondad, y muchos se sirven de ella más bien para lo contrario, a mí me preocupa que hagamos la vista gorda a los deprotegidos, excelentes o no.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En esa defensa del débil me confirmas algo que siempre supe: la caballerosidad no es sólo cosa de hombres. El espíritu del rey Arturo no entiende de desagües. Frente a cada mezquindad que se cometa sobre los débiles, debería haber un caballero(a) de la mesa redonda para poner en su sitio al capullo de turno.

      Eliminar
  3. Qué buena la foto! Esta mañana no estaba, y reconozco que me extrañó la ausencia, foto o música;-) Ahora que la veo no tengo más remedio que que corregirme: Nada de "cosa de animales", animalicos compararnos con ellos, somos mucho peor, ellos no son capaces de alcanzar nuestra crueldad. Los capullos los arrancaría yo de cuajo, por que no formamos un ejercito de reyes "hart-duros" con o sin desagüe?

    ResponderEliminar
  4. Es verdad, los animales están limpios de corazón, por lo menos los de la foto, mi gato vino esta mañana ensangrentado y me llevé un buen susto, por lo menos hasta que comprobé que la sangre no era suya, ah! la bondad!, qué bonita cualidad para los pajarillos y los Santos, Dios los recompese en la Gloria. Discúlpeme usted, Herr Gärtner, es la fotografía que parece abrirme algo más que el corazón, pero ya me callo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No se calle usted, doña Reche, que el silencio es síntoma de que algo anda mal. Y es cierto que el mundo anda mal, pero lo último que se pierde es las ganas de hacer el bien.

      Eliminar