sábado, 23 de noviembre de 2013

LA INALCANZABLE MAGIA DE ROBERT WILSON

Teatro es poesía puesta en pie. Es ese espacio inexistente donde la mente colectiva puede llegar a alcanzar la categoría de "inteligente". Es locura que se torna arte. Es la caricia evanescente de unas alas de mariposa.
El teatro entendido por Robert Wilson nos transporta hasta el origen de este arte que nació como necesidad de hacer escarnio del poder, creció en forma de catarsis social, y alcanzó su cénit elevando la emoción más allá de cualquier frontera.
Ahora que el teatro anda disipado en banales pucheros de garbanzo insulso, entreteniendo a la burguesía insatisfecha con melodramas de salón y palabras zafias, es bueno recordar que nunca dejará de latir el corazón de la afortunada anomalía.
Anomalía es ese país donde habita el mago Robert Wilson, poeta de la escena, y realizador de fantasías imposibles.
Wilson decidió hace mucho tiempo renunciar a la facilidad de un lenguaje naturalista y escudriñar el éxtasis del entendimiento y los sentidos por medio del extrañamiento.
Los actores de Wilson encarnan modelos grotescos, excesivos, fascinantes, capaces de flotar por es escenario como duendes.
En la genial inerpretación de los sonetos de Shakespeare, cada detalle, -vestuarios y maquillajes que fluctúan entre el teatro isabelino y la comedia del arte, abigarradas interpretaciones musicales, impecables efectos de luces- ha sido cuidado milimétricamente. 
Cuando la fantasía de Wilson entró en simbiosis con esa nave extraterrestre que es la Berliner Ensamble, el resultado es poesía. Y cuando digo poesía no me refiero a nuestros ripios del siglo de oro, sino a esa emoción inefable que nos hace elevarnos más allá de nuestra torpe condición de mortales.
No es necesario saber idiomas para extasiarse con estas imágenes.


3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Lo es. Y lo mejor de todo, es que esto no se puede explicar con palabras.

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  2. Parece ser que hoy a parte de ser el día del libro y de Sant Jordi, sería también, teóricamente y si los datos son ciertos, el cumpeaños de Shakespeare. Me he acordado de esta preciosidad que nos mostraste en diciembre. No sé pero creo que en su momento la escuché más de cien veces y hoy estoy ya tomando correndilla: 87, 66;-)

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