Yo me crié dentro de un poema. Mi
infancia era tan inerte que más de una vez dormí sobre los nenúfares. Me pasaba
los días y las noches soñando. Si no hubiese sido así, creo que me hubiera
vuelto loco. Lo que falsamente llamamos realidad no me interesaba, incluso me
parecía una tortura: yo quería asomar los ojos en el reverso de las cosas, a la
vuelta de todas las esquinas, al otro lado del horizonte.
Ese meta sueño en la foto parece una ilusión óptica. Sin embargo probablemente más allá de la mirada ese lugar exista, un paraíso real que se descubre a todo aquel que hable el idioma del silencio. Abrir los ojos a la realidad no sólo puede significar enfrentarse a lo desagradable. Dentro de eso que llamamos ciertamente realidad, se encuentra también el poema destapándonos paraisos como el de la foto, o niños durmiendo sobre nenúfares.
ResponderEliminarY los sueños también habitan en la realidad. Quién me dice que lo soñado no es vivido. Quién me puede convencer que los jardines no son poemas hechos realidad. Que levante la mano el que nunca ha soñado despierto.
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