sábado, 11 de agosto de 2012

BERNARDA ALBA (Maria Jesús Valdés, por supuesto)


Maria Jesús Valdés (Bernarda Alba)


El pasado 26 de julio de 2012, Miguel Arnas publicaba en su Blog una entrada en la que aludía una conversación mantenida junto a la casa natal de Federico García Lorca en Fuentevaqueros con Antonio Ropero y un servidor. En el citado artículo se hacía referencia al célebre texto La casa de Bernarda Alba en cuanto concernía al origen de la represión que sufrían las hijas de la protagonista. Miguel sostenía que no era la religión, sino lo atávico –concretamente el cotilleo- lo que estaba detrás de la conducta subyugante del personaje de Bernarda Alba. En resumidas cuentas, el Arnas afirmaba que la religión nacía al servicio del chismorreo, y no al contrario. Lo cual, al menos a mi modo de ver, es como ponerse a averiguar si la gallina fue antes que el huevo o viceversa.

No es mi intención –aunque él sabe que me encantaría- entrar en agrias polémicas con el Arnas en torno a la importancia de la religión en la sociedad durante los últimos nosecuántosmil años. Creo que la influencia religiosa puede seguir viéndose en los medios de masas. La injerencia de las doctrinas religiosas en los asuntos sociales es innegable. Pero ese no es el tema. El tema  primario era reflexionar sobre la importancia capital de la que es probablemente la obra teatral más influyente de nuestro pasado siglo. ¿Qué significado tiene en la vida real la tragedia de un grupo de mujeres apartadas del mundo por una madre?

Ríos de tinta han corrido sobre el asunto y no es cuestión de saturar un simple blog de citas y anécdotas ajenas. Sobre todo porque estoy convencido de que la exégesis de una obra de estas características está al alcance de cualquiera que se tome la molestia de leerla o tenga el placer de asistir a una buena representación. El espíritu de la literatura estriba en que cada lector tenga su propio juicio de lo que ha leído.
Maria Jesús Valdes (1927-2011)


 Aún recuerdo vívidamente la impresionante Bernarda que se bordó esa fuerza de la naturaleza que era Maria Jesus Valdés bajo la batuta de un Calixto Bieito todavía en estado de gracia y una extraordinaria Poncia de Julieta Serrano. Lo que yo sentí aquella noche fue de tal intensidad que todavía puedo meterme en la piel de aquellas mujeres castradas por su propia madre y subyugadas por unas normas sociales de un rigor insoportable. ¿De dónde provenía toda esa fuerza represiva, toda esa obsesión por la hipócrita honestidad? Esa es la pregunta.

La represión es síntoma de causas ulteriores. Es innegable que el qué dirán ha marcado –y seguirá marcando- el paso de todas las civilizaciones humanas. De hecho la cuestión del honor es ni más ni menos que la opinión que los demás tienen de nosotros. No es patrimonio del alma –como decía Calderón- sino del ojo ajeno. La honra no es tan metafórica como se suele pensar y, de hecho, no hace mucho tiempo podía localizarse en la entrepierna de las mujeres y en las sienes de los hombres. Otra cosa es lo del fuero interno, pero sospecho que eso pueden tenerlo hasta los psicópatas más recalcitrantes. 

Que las hijas de Bernarda Alba tuvieran la virginidad intacta era lo de menos –en eso estamos de acuerdo Miguel y yo- la cuestión es que los de afuera no albergaran la menor duda sobre el himen de las pobres muchachas. Distinto concepto es la cuestión del pecado. El pecado existe por pura necesidad de la doctrina. Si no hay pecado, la religión no tiene el menor sentido. Si no hay infierno ya no hay necesidad de creer en nada. El temor a la condenación, el temor al fuego eterno es lo que mantiene viva la llama de la fe.

El suicidio de Adela –la hija díscola de Bernarda Alba- posee dos lecturas. Por una parte ha conculcado la norma, dándose un revolcón con el elíptico Pepe el Romano, birlándole el mozo –al menos momentáneamente-  a su hermanastra mayor. Por otro lado –una vez saboreadas las mieles de la pasión- le va a resultar insufrible una vida de renuncia impuesta a la fuerza.  Pero esa fuerza no viene directamente de la sociedad o de la religión, viene de Bernarda Alba. Es Bernarda la que encierra a sus hijas, no el cura o los chismorreos. Es esa voluntad superior la que castra el deseo de unas mujeres que tienen los mismas necesidades que puede tener cualquier ser humano. Bernarda podría ser producto del cotilleo, o de la religión, o del o del patriarcado, o de todos ellos y ninguno. Porque en realidad es otra cosa, es mucho más que una idea. Es un sistema. Un sistema que empezó hace miles de años en algún desierto donde la vida era áspera y las tribus se sometían a la soberanía de un patriarca como Abraham o Jacob o Israel o Ismael. Allí, en aquel remoto desierto, se escribieron las normas que han regido la humanidad durante la mayor parte de su historia. Ni Grecia ni Roma han influido tanto en el espíritu humano como los mitos judeocristianos e islámicos. En ellos está escrita y descrita la misma norma que Bernarda Alba impone a sus hijas. La anulación del deseo es capital en las sociedades patriarcales, porque el deseo se sustenta en el uso de la libertad para llegar a realizarse y la libertad contraviene esa moral que a su vez estimula el cotilleo. Así pues, el chisme es hijo de una moral reprimida y represiva. El chisme es el brazo armado de la ley, y su función principal es apagar las llamas del deseo. Una función que, a la larga, ha resultado completamente inútil. 

Sobre el origen de unos y otros conceptos, poco o nada podríamos saber. Tal vez lo atávico y lo religioso tienen en común que son productos del miedo y la ignorancia. Los mitos morales y religiosos proceden del desconocimiento a lo que hay al otro lado. Se teme lo que se desconoce. Se odia lo que no se entiende. Puede incluso que –al igual que sucede con los velos presuntamente islámicos- ambas cosas sean la misma cosa. 

Pero la verdadera grandeza de esta cumbre lorquiana es que pasarán los años y seguiremos haciéndonos preguntas sobre la Bernarda, escribiremos ensayos y relatos sobre Pepe el Romano, y llegaremos a la conclusión de que nos entenderemos mejor cuanto más comprendamos de lo que estamos hechos. 

7 comentarios:

  1. Mi amigo Antonio Aguilera me envía por correo el siguiente comentario:
    "o me queda más remedio que guardar tu comentario dentro del libro, para tener en cuenta tus puntos de vista en sucesivas lecturas de la Bernarda. Por cierto, ¿usaba lorca este nombre en sentido peyoratibo? Lo de Alba creo que era apellido de unos parientes con los que creo que tuvo, el padre de Lorca, trifulca por la azucarera. Feliz Domingo Sr. Gart "

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  2. No exactamente: Frasquita Alba era la vecina de las tías de Federico en Valderrubio. Es cierto que tenía a las hijas encerradas en la casa y que Federico supo de su existencia un día que escuchó voces en un pozo medianero. Todo lo demás es una genial invención del dramaturgo.

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  3. Lo primero quería agradecerte y felicitarte por esta entrada tan magnífica y reflexiva. Es un placer poder participar así en vuestras discusiones literarias, discusiones que van más allá del contexto de las aulas y que renuevan y mantienen vivo, una vez más, el mensaje y el sentido de textos tan extraordinarios como el de García Lorca. A mí desde luego me habéis hecho leerla de nuevo: La casa de Bernarda Alba. Una obra para muchos seguramente, en su contenido y crítica social lejana y extraña a la sociedad actual en la que vivimos, para algunos, entre las que me incluyo, ni tan lejana ni tan extraña. Sobre todo teniendo en cuenta que en la “aldea global” en la que vivimos, se hace casi imposible cerrar los ojos, como Bernarda, y negar una “realidad” que está ahí, podremos cerrar los ojos y vivir la ilusión de nuestra decencia y salud moral, pero la “realidad” seguirá ahí. Y yo no creo que nos tengamos que ir a Afganistán para escuchar frases como: “Eso tiene ser mujer”, “Malditas sean las mujeres” “Nacer mujer es el peor castigo”, ¡Matadla! ¡Matadla! ... bastaría con darse una vuelta por Melilla y visitar ciertos colectivos, o darse simplemente un paseíllo por la memoria, y no tiene que ser la colectiva. Yo misma como ejemplo, con 43 tengo suficientes recuerdos; el mito de la virginidad y de la decencia todavía vivía, moribundo, pero vivía en mi infancia y adolescencia, crecí con el apelativo de “Marimacho”, con siete ya le pronosticaron a mis padres desde la escuela que sería una mujer “maldita” (y no era una de monjas), una perdición para mis padres, con 14 según la vecina del quinto ya había tenido 150 novios o más, a mi amiga la apaleaban todos los días no por “puta”, sino, “por si las moscas”, y la hija de la misma vecina del quinto, creyendo haberse quedado embarazada de su novio, (“qué desgracia más grande”) se asesoraba y desahogaba con mi madre ... todo esto viviendo en la capital, pero soy de pueblo y lo voy a dejar ahí, porque recordar el pueblo de hace 30 años es “casi” volver a La casa de Bernarda por lo menos en cuestiones de chismorreo y de decencia y no habría espacio en este bloc para tanto chisme, para tanto “desahogo”. 
    Todo esto es ya agua pasada, diremos, yo sin embargo, no estoy tan segura. Naturalmente ahora, lo que se dice deshojar los deseos sexuales, cada cual, hombre o mujer, da lo mismo, hace lo que quiere, o puede (menos mal). Hoy, la mayoría de mujeres en España somos libres de hacer lo que queramos y no dependemos más de un hombre, no tenemos que vivir como nuestras abuelas, bisabuelas o tatarabuelas, nos podemos ganar las habichuelas sin pedir permiso a nadie, ahora ya no tenemos que ser “doñas perfectas” según la voluntad de una Bernarda, o un Abraham, o cualquier otro Yahvé de un Antiguo Testamento que nos apedreé. Nuestra sociedad "moderna e ilustrada" tiene otras exigencias, y el drama de la mujer de hoy quizás sea algo menos existencial, menos atávico, las exigencias aunque diferentes, sin embargo, siguen siendo tan superficiales como las de entonces: “Cada uno sabe lo que piensa por dentro. Yo no me meto en los corazones, pero quiero buena fachada y armonía familiar” Quizás ahora la perfección esté en tener más tetas, estar mas delgadas, tener menos arrugas, estar más instruidas y ganar dinero para poder costearse todo esto. El drama de la mujer de hoy radique en la difícil tarea de armonizar todo eso, hemos cambiado es cierto, somos más libres, sin embargo lo curioso es que las feas, como en tiempos de “la Bernarda” como no tengan un buen sueldo lo siguen teniendo crudo.

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  4. Pues sí, Esther, no ha desaparecido el fantasma de Bernarda Alba y ahora nos llega otro: el de la obligatoriedad estética, sumado a la obligatoriedad de triunfar. Pero ¿es realmente el que triunfa un ganador? Siempre habrá imposiciones del sistema, ya sea por la vía religiosa, atávida o mediática. En ese aspecto no creo que seamos tan libres. O mejor dicho, todavía nos queda ese ápice de libertad que consiste en decir NO. Uno dice no y se queda como dios.
    De todas maneras, nuestra generación vivió ese puritanismo hipócrita en las cuestiones sexuales. Según se nos hacía creer las muchachas no se masturbaban. Eso son cosas de chicos. Y además salían granos de hacerse pajas. ¡Cuántas mujeres de han crecido convencidas de que eran algo parecido a monstruos, enfermas, o ninfómanas, porque necesitaban masturbarse! ¿Ha cambiado mucho esa situación? Parece que la mayor parte del negocio de los sex shop está en los juguetes sexuales diseñados para el placer femenino. ¿Qué diría doña Bernarda si pasara por delante de un colorido escaparate colmado de vibradores? Daría un ojo de la cara por contemplar la escena.

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  5. El otro día, ahí queda como algo indeterminado en el tiempo, conocí a una chica. Nos dimos un paseo por el camino y un revolcón bajo un árbol. Ardorosos como estábamos nos caímos a la acequia. Minutos después se puso a llover. Cuando llegué a casa le dije a mi mujer que fue la lluvia la que me puso así. Por suerte, no hizo falta que le dijera nada del revolcón y de la acequia. ¿Qué fue primero, la lluvia o el revolcón? Es lo de menos, utilicé la lluvia como excusa y me vino bien. Fue una suerte que lloviera. Si no hubiese llovido, me tendría que haber inventado cualquier otra cosa.
    Sin ninguna duda, mi frase de anteponer cronológicamente el chismorreo a la religión fue una exageración de esas que yo acostumbro. Lo que sí me preocupa y me incordia es dos manías que nuestra sociedad moderna y reactiva (que no reaccionaria) pone como premisas a demasiadas cosas: a) achacar a la religión todos los males y b) (como corolario de la anterior) creer a pies juntillas que si no hubiese habido y si no hubiera religión seríamos tan felices. Pues no, seguiríamos siendo igual de imbéciles. Precisamente el invento de la religión (que al igual que los macarrones es otras cosas además del ardor de estómago, pero sólo vemos el ardor de estómago) muestra nuestra estupidez.
    Te diré la cara de Bernarda en caso de pasar ante la sex-xhop: miraría para otro lado, negaría lo que está viendo, jamás reconocería (no me refiero ante sí misma, las Bernardas del mundo no tienen sí-mismos) la existencia de ese escaparate ante los demás, es decir ante sus hijas, por ejemplo. Cuando Poncia le habla de esa mujer a la que vieron con los pechos al aire subiéndose en un caballo con unos hombres (¿cuántos cabían en el caballo?) le importa un ardite lo que haga, si no es para cotillear, lo que le importa de veras es que, por suerte, no es ninguna de sus hijas, es decir lo que le importa es no ponerse en boca de los demás. Por eso, ella seguiría viviendo como si nunca se hubiesen inventado las sex-shops.

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  6. Esther, efectivamente hoy hay religiones sin Dios peores que aquellas. La de los modelos físicos es una de las peores. ¿Para qué queremos diez mandamientos si ya tenemos tallas?
    Por otra parte, añadir que de los blogs, lo más interesante son los comentarios. Y no porque sean mejores éstos que los artículos (a fin de cuentas no habría buenos comentarios sin buenos artículos), sino porque son estas discusiones lo mejor que nos proporciona esta tecnología.

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  7. Pues es innegable que -al igual que sucede con los escaparates de los sex shops- las religiones existen y me parece una tontería ponerse a pensar qué hubiera sido de la humanidad sin ellas. Ese tipo de especulaciones tienen mucho de fe. Las religiones existen y es lo que hay. El comunismo (otra religión sin dios aparente- ha existido y no se pueden borrar sus efectos. El mercado (la religión en su estado más puro) es lo que hay. Otra cosa son los efectos que producen en la sociedad todas estas creencias. Podemos hablar de la parte "buena" y la parte "nociva" de estas doctrinas al ser aplicadas a la realidad, y todavía sería cuestión de gustos. Evidentemente, lo del mercado le gustará más a quien tenga dinero de sobra para entrar en su juego.
    El chismorreo existe tanto en los pueblos como en las ciudades. El chismorreo está instalado en las televisiones, en la prensa,en internet, en la vida privada que se vuelve pública. Tal vez el problema no está en quien vende su vida, sino en los que están interesados en meter las narices en predio ajeno. No es telecinco la responsable de crear un pais de cotillas sino que es este país de cotillas el responsable de engendrar monstruos como telecinco.

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