Los acontecimientos se desarrollaron -obviamente- en el lugar de
autos. Esto es, en la cochera donde el demandado Kaspar K. mantenía
furtivos encuentros con la hermosa y turbadora Wallis C. Aquella
noche -o más bien, aquella madrugada- el susodicho (me refiero,
claro está, a Kaspar K) estacionó su todoterreno junto al
monovolumen de la susodicha (Wallis C., por supuesto) y descendió de
su flamante vehículo de tracción 4x4, para acceder al espacioso
asiento trasero del automóvil de la susodicha. Tras los prolegómenos
de rigor (siempre tan sobrevalorados) los demandados, dejándose
llevar por sus más bajos instintos, se lanzaron a una ruidosa y
desesperada cópula. Aquella cacofonía (¡a tan altas horas de la
madrugada!) puso en alerta al diligente
vigilante de seguridad Billy Bob C. (mi cliente, para más señas)
quien, en estricto cumplimiento del deber para el que fue investido y
uniformado (con las correspondientes recomendaciones) se acercó con
el preceptivo sigilo por la parte trasera del M.V donde la susodicha
(la hermosa y turbadora Wallis C.) y el
susodicho (posteriormente identificado como Kaspar K.) fornicaban
sórdidamente, obviando las más elementales normas del decoro. Mi
cliente (el siempre diligente Billy Bob C.) proyectó la luz de su
linterna reglamentaria hacia y a través de la ventanilla trasera del
M.V. de la susodicha (Wallis C., como
venimos diciendo), quien, ora por la impresión producida
por la repentina aparición del luminoso rayo; ora por una violenta
convulsión a resultas del éxtasis pasional, ora pro nobis; el caso es que lanzó una violenta
patada, digna de una consumada kungfuteka, kungfunera, kungfuninana o
kungfómana (quí lo sá), que provocó la (no menos violenta)
apertura del portón trasero del M.V. de la susodicha (Wallis C.,
siempre tan hermosa y turbadora), el cual fue a impactar directamente en
el rostro del vigilante Billy Bob C. (cliente de este letrado, para
más señas), quebrantándole las prótesis dentales (endodoncia de
la mejor calidad) que, en ausencia de los cuatro incisivos
superiores, hacían las funciones iniciales de la inevitable
deglución.
En resumidas cuentas: 1ª) Que K.K. y W.C. se encontraron sus
respectivos T.T. (4x4) y M.V 2ª) Que los
susodichos (W.C. y K.K) fueron sorprendidos B.B.V. en ejercicio de
sus funciones (las de mi cliente, no las de W.C. y K.K.). 3ª) Que
W.C. lanzó la puerta trasera de su M.V. contra los implantes 11, 12,
21 y 22, de B.B.V.
Es por ello que SUPLICO que el tribunal condene a la susodicha (W.C.)
a satisfacer el importe de los daños materiales, y solidariamente a
los susodichos (W.C. y K.K) a abonar el montante de los daños
morales del otrosí de la demanda, todo ello con la correspondiente
condena en costas de la presente instancia.
Agravante: si estaría buena la joía, declaró Billy Bob C. (ese picapleitos de mierda me ha confundío con un banco y me ha llamao BBV) que se me quedó la boca abierta, y es por eso que finalmente me tragué los 11, 12, 21 y 22. Me dijeron que me los reimplantaban cuando por fin los echase, pero m'ha dao asco, de verdá. Pa implantes los de ella, añadió casi insultante el susodicho Billy Bob C.
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