Sobre el rojizo despertar de cada otoño, gravita una amenaza
evanescente que transforma mis pasos en un sordo crujido de hojas
secas. Es la misma mano que despoja las ramas del abedul y reviste de
sentido al terco calendario. El dilema sobrevuela este irreversible
camino cuando tratamos de entender por qué la vida se renueva en
primavera, mientras nos afanamos en reconocer nuestra imagen en el
espejo.