Pocos saben que nací a la tierna
edad de cien añitos. De ahí que mi natural inconsciencia fuera
producto de los achaques, y no al contrario. Algunos años después,
mis ojos se fueron aclarando con la miopía, hasta que conseguí ver
el mundo en toda su pequeñez. Ahora ando ya por debajo de los
cincuenta y sigo mejorando con el tiempo.
¡Y usted que lo diga!
ResponderEliminarAnda como mi amiga Alicia!, también padece una vejez retrograda. Cada día que pasa se mira al espejo, se sonrie, él le devuelve cada vez una imagen más vivaracha y estupenda, y lo más sorprendente de todo es que ella, en verdad, ya está muerta. Qué suerte tenéis algunos que sois como los cisnes.
ResponderEliminarCreo que es más imaginación que suerte.
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