viernes, 11 de abril de 2014

INGRAVIDEZ


Aquí el aire se ha vuelto tan denso que hemos dejado de caminar sobre el suelo y ahora nos desplazamos buceando. Los viandantes se mueven dando brazadas. Yo procuro impulsarme con los pies en las paredes de los edificios, igual que hacía antes en la piscina. Me gusta elevarme por encima de los tejados y dejarme llevar por la inercia de un buen impulso en los campanarios de las iglesias. Se ha perdido, eso sí, un poco de intimidad en las azoteas pero, por otra parte, el número de suicidios por precipitación o ahorcamiento ha descendido apreciablemente.