El poeta se ha vuelto imperceptible para todo eso que importa
a los poetas. En algún momento de ese turbio devenir dejó de
mirarse al ombligo y se fabricó unas alas con papel higiénico.
El poeta no está hecho para hablar el mismo idioma que tú hablas,
sino para inventar otro modo diferente de arrancarse la piel y
desplegarla bajo el sol. Y ahí viene la parte más cínica del asunto: la mayoría de los circunstantes prestará atención a la piel apartando la
mirada de la desnudez del poeta.
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