Y
yo seguí a aquella mujer sin apenas reparar en lo que estaba
haciendo. Porque mi cuerpo parecía dejarse llevar por una
irresistible fuerza magnética que anulaba cualquier atisbo de
voluntad. Y el caso es que nunca llegué a ver el rostro de la
misteriosa dama cuyos pasos se deslizaban como si apenas gravitaran
sobre las aceras. Ni siquiera recuerdo si su pelo era rubio, moreno,
castaño, rojizo, largo, corto, rizado u ondulado. Sólo puedo decir
que sus largas piernas marcaban un cadencioso ritmo que me hizo
perder la noción del tiempo. Y que su paso era tan amplio y firme
que, por mucho que yo quisiera esforzarme en alcanzarla, no tuve otra
alternativa que contemplar impotente cómo se me iba escapando.
Poco
a poco la vi alejarse por bulevares y avenidas hasta que su estilizada figura
pareció evaporarse ante mi perpleja mirada. Luego, derrotado por la
implacable realidad, me detuve a medio camino entre la frustración y
el desconcierto. No tardé en comprender que me había extraviado.
Era como si la expansión del universo hubiera afectado súbitamente
a este interminable laberinto que, tal vez por inercia, llamamos
ciudad.
Comprenderá
entonces, querido y respetado jefe, que no haya tenido otra opción
que llegar al trabajo con tres horas y cuarenta minutos de retraso.
Nota del autor: El título "Vogel", es un término de la lengua alemana que se puede traducir por "pájaro" o "ave", pero que también puede evocar la cualidad de lo etéreo o lo ingrávido.
Gisèle?, Rosine?, Alicia?, Dora?, Inés?, Violette?, Alicia otra vez? Sí, todas ellas, los adoquines hablan. Gradiva, celle qui avance!
ResponderEliminarY todas imposibles
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