Reinaldo Jiménez entre la tierra y el mar |
Hay recuerdos
insignificantes que permanecen de manera indeleble en algún rincón de la memoria,
como la luz que se enciende en el frigorífico al abrir la puerta y nos urge a elegir entre la escasez y la necesidad.
De vez en cuando nos asalta la sensación de estar viviendo un déjà
vu cuando un gesto o una palabra precisa suena como una música
soñada. Pero también tenemos la capacidad de olvidar aquellos
afectos que, en realidad, no lo fueron tanto, o que pasaron por nuestra percepción como estrellas fugaces.
Luego están esos
recuerdos que, por su impronta emocional, forman parte de la persona
hasta que deja de ser persona o se sume en la borrosa noche de las
amnesias. Uno no debería olvidar a aquellos seres que una vez
compartieron un espacio reservado a la sinceridad.
Sucedió ayer que,
después de veinticinco años, tuve uno de esos reencuentros que
hacen brotar cascadas infinitas de recuerdos y evocaciones. Hace ya veinticinco (fugaces)
años que compartía mis primeros pasos en el complejo universo de la
palabra escrita con mi amigo y compañero de universidad Reinaldo
Jiménez. Éramos -y supongo que seguiremos siendo- dos buscadores de tesoros inmateriales que compartieron sueños comunes en unos años, los ochenta, de incertidumbres y desafíos. Nos unía, eso sí, una energía creativa a prueba de fracasos e infortunios.
La poesía de Reinaldo apuntaba entonces hacia una dimensión íntima que, por suerte para los que le admiramos, se ha ido perfilando a fuerza de empeño y grandes dosis de sensibilidad.
La poesía de Reinaldo apuntaba entonces hacia una dimensión íntima que, por suerte para los que le admiramos, se ha ido perfilando a fuerza de empeño y grandes dosis de sensibilidad.
Reinaldo Jiménez, viejo amigo
recuperado -aunque no tan viejo como el que escribe- ha construido
jardines en esas cosas terrenales que suelen pasar inadvertidas a
otros tantos poetas y escritores. Diría incluso, que su vida y su
poesía son y serán la misma cosa: una delicada huella entre la
tierra y el mar que exhala amor por lo que a otros nos pudiera parecer sencillo.
Precioso "post", querido amigo. En verdad precioso.
ResponderEliminarSi lo dice J.C Friebe es que debe ser bonico, muuu bonico.
ResponderEliminar"Para mí, una amistad es inconcebible si no se tiene en alta estima a la persona amiga, si no se la admira, aunque quepan matices. Porque se es amigo de alguien por lo que hace, por lo que es, por cómo se las arregla para andar por el mundo, y también por no saber cómo se las arregla para andar por el mundo". Dice Vila-Matas , en Marienbad eléctrico. y si lo dice EVM, pues debe ser que sí
ResponderEliminarEso... y mucho más. El recuerdo del buen amigo es inmarcesible.
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