De alguna manera que no alcanzo a comprender
ha entrado una ninfa en el tarro de la miel. Cada tarde, la familia
en pleno se congrega en torno a la mesa de la cocina para contemplar
las evoluciones de nuestra diminuta invitada en el espeso fluido.
Ella se mueve despacio sin preocuparse por las posibles consecuencias
de una alimentación acusadamente hipercalórica. Mi hermana -tan
discreta ella- ha sido la primera en dar la voz de alarma sobre el
desmesurado tamaño de las nalgas de nuestra ninfa. Y qué más da
-pregunto yo- siempre que ella sea feliz en su universo de ámbar.
La diminuta invitada de fabulosas nalgas bucea en la dulcez. Devora, te ordeno, la miel a cazos hasta ingerir a la ninfa y así podrás seguir cantando con voz sopranil a todo aquello que nace de los montes y de los árboles, colibrí.
ResponderEliminarEngullir a una señora ninfa debe ser toda una experiencia.
ResponderEliminarHola, José Luis: mira qué cosa hay pa' ti aquí.
ResponderEliminarhttps://menoknownothing.wordpress.com/2015/02/03/las-5-preguntas-que-nunca-me-atrevi-a-hacer-en-soledad/
Un abrazo.
Gracias... vaya tela. Jajajajaja,
EliminarMiguel ha sido sintético, jeje.