martes, 16 de septiembre de 2025

LA VOZ QUE NUNCA DUERME

 


¿Han probado alguna vez uno de esos deliciosos bocados –digamos una trufa blanca- que, por ser únicos en la vida, hacen que el tiempo se detenga, y envuelven la lengua sin empalago, y nos hacen tomar el aire por la nariz para gozar del retroaroma, y despliegan en nuestro cerebro una cascada de colores y luces que hacen creer en lo imposible y que, una vez adentro, nos dejan con ganas de más?

Pues algo así, algo mecido entre lo fantástico y lo trágico, sucedió la noche del 14 de septiembre, en que Esther, Noelia y Luis nos sentaron sobre la arena blanquecina de una playa salvaje y nos dieron a elegir entre contemplar la superficie del mar o acompañar a Alfonsina Storni y bucear en sus profundidades.

El mar, suavemente mecido por las manos de Noelia, el mar que cruzaron nuestras mejores poetas del pasado siglo y que acalló sus voces por tantos años, y que nos devolvió la belleza de una poesía valiente y veraz, en la que la elegante mesura de Esther acariciaba la Guajira para Rosalía de Castro, o desgarraba el potente galope de una bulería trazada sobre los versos de Angela Figuera Aymerich (1902-1984), supremo acto de libertad que se materializa en su No quiero.

No quiero que la Tierra se parta en porciones/ que en el mar se establezcan dominios/ que en el aire se agiten bandeas / que en los trajes se pongan señales.

Pues la voz dormida de nuestras poetas despertó bajo el luminoso abrigo de un viejo magnolio para decir NO a la bota del soldado, a la perversa sotana que impone el miedo, a las Bernardas Albas que habitan en nuestros corazones, al qué dirán de los rellanos, a los castradores de sueños, a la soflama ramplona de los salvapatrias… Pero también para reavivar el deseo legítimo de las mujeres y la lucidez desterrada, para desenterrar las raíces de la emoción y el brillo del pensamiento.

Fue entonces la noche, pura poesía puesta en pie por el genio creador de Esther Crisol –apabullante en el Collage dedicado a Mercedes Pinto- y por la inconformista guitarra de Luis Mariano, más poeta que nunca, si es que alguna vez dejó de serlo. Fue la noche un estallido de pura belleza para los sentidos y, sobre todo, para el alma de los allí presentes, con un flamenco transgresor en la lírica y en los refinadísimos ritmos de Noelia Arco. Fue una noche de constelaciones y brisa fresca, en la que, a más de uno, le costó lo suyo contener el llanto.

Porque la voz de nuestras poetas puede ser (y ha sido) desterrada, fusilada, silenciada e incluso olvidada, pero brotará del seno de la tierra como esquejes de encinas y cipreses y álamos; y florecerá de nuevo en las copas de los castaños y cubrirá la tierra como los copos de nieve, para devolvernos su luz y su inquebrantable brillo.

No necesito ser perfecta, ni eterna. Me basta con ser real. (Mercedes Pinto, 1883-1976)

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