Luis
Mariano Renedo no nació en una familia de músicos. Más bien fue la
música quien nació dentro de Luis Mariano. De ahí en adelante,
invirtió toda su vida en formarse como guitarrista flamenco. De
hecho, él tiene muy claro que los grandes de la música pasan toda
su vida evolucionando y que no hay un techo para alguien con la
suficiente curiosidad para buscar la perfección dentro de un
instrumento.
Mientras
otros guitarristas tienen un nombre e incluso un apellido que les
coloca en las portadas de las revistas, Luis Mariano Renedo sigue
buceando en el océano infinito de las posibilidades. Es cierto que
hace ya tiempo que encontró ese estilo que le hace inalcanzable.
Lejos del recreo en el puro virtuosismo, Luis Mariano destila con sus
guitarras el delicado licor de la emoción poética. Los dedos de
este colosal guitarrista, andan ya de vuelta de aquellos tiempos
marcados por la obsesión por emular a los maestros del punteo y,
tras largos años de experiencia profesional, han sido puestos al
servicio de una inspiración compositiva que se inscribe más allá
de los límites de la originalidad.
En
efecto, la voz -y no me refiero a la resultante de la vibración de
las cuerdas vocales- de este músico es tan personal que resultaría
disparatado entrar en clasificaciones. ¿Cómo clasificar a un
guitarrista flamenco que sintoniza Radio Clásica en el coche? Por
supuesto, Luis tuvo y tiene sus grandes referentes, a los que venera
y de los que ha obtenido una envidiable formación. Pero el caso es
que nadie como él, extrae de las seis cuerdas esa emoción que te
transporta fuera de ti mismo, y te eleva hacia esos espacios mágicos
donde sólo puedes penetrar con el espíritu.
Una
sobrecarga de timidez y humildad ha dilatado el momento en que la
guitarra dejara de actuar en función de otros protagonistas, para
ofrecerse en su desnuda soledad. En ese aspecto, obvio es decir que
la guitarra de Luis Mariano es solicitada por las mejores voces de
nuestro flamenco. Pero en esta carrera de fondo que es la búsqueda
de la música despojada de accesorios, del poema que se deshace en
notas, faltaba eso que tantos tildan de atrevimiento.
El
pasado 27 de julio, Luis Mariano Renedo apareció completamente solo
en el escenario. Miento: le acompañaba una de esas maravillas que el
guitarrero Antonio Marín Montero, elaboró para el guitarrista
granadino. Y fue precisamente con una granaína, con un toque
clásico, medido en ornamentación y pleno de sentimiento, con lo que
el maestro enmudeció a la audiencia. Personalmente, después de
tantos años asistiendo a recitales poéticos, puedo asegurar que
pocas veces he tenido la dicha de vibrar con la emoción poética con
que Luis Mariano interpreta su personalísima visión de los toques
más jondos.
Y
ahí, en el ángulo opuesto del oropel y los fuegos de artificio, es
cuando uno acierta a entender que está ante uno de esos raros
músicos que saben en qué consiste exactamente eso de crear música.
No es algo común, créanme, escuchar a un artista que tenga un
conocimiento profundo y equilibrado de la materia con la que trabaja.
Hoy, sin ir más lejos, es bastante difícil darse con alguien que se
considere escritor y sepa realmente en qué consiste la literatura.
La
primera parte del recital no era apta para amantes de la jarana, del
lolailo y el lerele; todo lo contrario: estamos hablando de esa
consecución de la verdad musical que suele ser una excepción -como
lo es la excelencia- y no la regla.
Lo
que venga después, que será siempre un más allá en lo
estrictamente musical, está en las manos de este excepcional músico.
Por esperar, yo esperaría volver a ver al señor Renedo sin más
acompañamiento que el de su inseparable guitarra. Y la música.
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