Vestida de luz deambulas por la casa, agitando el vacío con el aroma de tu cintura; dibujando claroscuros detrás de la cortina; iluminando el atardecer con la audacia de tu sonrisa.
Y todo por el módico precio de un intervalo otoñal que enciende de
amarillos imposibles la ribera que recorre mi hambre; por un efímero
regreso al fluido azul bajo el que se tendía aquel niño flaco de
piel cobriza.
Vestida de luz amaneces indolente; escapada de la tibia pecera donde
levita tu anhelo; reclamando espacio en la penumbra del domingo.
Vestida de luz... vestida de aire.
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