Hay
ocasiones -no todas las que uno hubiera deseado- en que consigo
sentarme en mi viejo sillón verde y sumergirme en la espuma de los
delirios ajenos. Suele suceder entonces, que mis pies se adormecen
abrigados por el suave pelaje de mi flemático compañero.
Otras
veces tengo la enorme dicha de apretar un botón y acceder a esos
universos donde todo mi ser se deja enajenar por la voz de las sirenas.
Pero,
sobre todo, hay días en los que cierro los ojos y vuelvo a vivir
aquellos instantes en los que -al menos vagamente- fui feliz.
Y es en
todos esos paisajes, en todos esos desvaríos, en todas esas
transfiguraciones, cuando uno adquiere la lúcida noción de lo que
significa la palabra plenitud.
Teniendo en cuenta, eso sí, que todo lo que un día me importó fue producto del sueño.
Epicuro, mucho Epicuro, querido.
ResponderEliminarY un poco de Demócrito ¿no?
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